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La ilusión de Noemí

Nicolás Rodríguez
27 de febrero de 2016 - 02:00 a. m.

La noticia del reencuentro entre dos hermanas separadas por lo ocurrido hace 30 años en Armero ha sido acogida mayoritariamente con alegría y júbilo por los medios de comunicación nacionales e internacionales. También ha habido espacio para la indignación ante las historias personales de los niños desaparecidos.

La ocasión debería ser una buena oportunidad para revisar algunas narrativas sobre Armero que han terminado por convertirse en lugares comunes que impiden otro tipo de relación con la avalancha de lodo, lo que se vino después y la responsabilidad del Estado colombiano y sus dirigentes.

Entre los imaginarios más transitados está la idea de una población que observa en sus televisores, medio zombi, el partido de fútbol entre Cali y Millonarios mientras el lodo se les viene encima. Es la misma imagen que los más diversos analistas de la toma y la retoma del Palacio de Justicia utilizan para reducir la actitud del gobierno de Betancur a un problema de magia orquestada por la ministra Sanín y la inaplazable necesidad de darle al pueblo su ración requerida de opio: otro partido de fútbol.

En un libro de crónicas reciente sobre la semana del 6 al 14 de noviembre de 1985 varios vuelven con insistencia a estas figuras retóricas del periodismo, convertidas ahora en verdaderos comodines de la interpretación. Al divertimento popular del fútbol le fue agregado el reinado de belleza que ganó, entre desastre y desastre, la señorita Guajira.

Con el tiempo y el trabajo de personas como Francisco González y la fundación Armando Armero quizá surjan elementos de juicio menos disculpatorios. El ICBF fracasó estrepitosamente, por ejemplo. Todo este tiempo hemos querido creer que el Estado no quiso hacer nada ante la desgracia ajena y de ahí la transmisión del partido de fútbol. La realidad es, quizá, mucho peor: Noemí Sanín quería ocultar que el Estado y sus funcionarios no tenían la más remota idea de qué hacer y cómo. La ilusión era otra.

 

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