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La irrelevancia del humanismo

Julián López de Mesa Samudio
06 de abril de 2016 - 08:29 p. m.

“Estaba cumpliendo órdenes" fue la defensa más utilizada por los nazis durante el juicio de Nuremberg.

Pero no sólo fue la defensa de los militares. “Estaba haciendo lo que debía, lo que fui educado para hacer”, fue la explicación de una sociedad alemana que despertaba ante los horrores que había causado, tolerado y permitido por no cuestionarse, por no dudar, por no tener un espíritu crítico que la hubiese hecho despertar a tiempo...

Una de las tradiciones más antiguas, veneradas y respetadas por nuestra academia es la imitación irreflexiva y tardía de las modas académicas foráneas. Aterrada por la propia voz y asustada del contexto en el que le ha tocado vivir, la academia colombiana ha hecho del neocolonialismo intelectual su razón de ser.

Por eso no es de extrañar que en los últimos años se esté imponiendo en las universidades —presionado por los entes estatales encargados de la educación y por muchos de nuestros nuevos dirigentes educados en modelos que estaban en boga hace una década— un enfoque técnico que privilegia los datos, las cifras, las proyecciones y las mediciones de impacto, y que pretende educar profesionales capaces de hacer relevante y, sobre todo, práctico su saber.

El problema está en que este modelo está siendo adoptado sin mayor discusión, por lo que se ha transformado en dogma de fe incuestionado. Frente a este enfoque práctico, medible, todo conocimiento que no lo sea es desechado como inservible. El humanismo y los enfoques humanistas son tenidos por saberes sin relevancia, desprovistos de sentido y trascendencia, pues sus resultados no son medibles en el brevísimo tiempo que se impone a todos los proyectos del país; incluso a los más decisivos e importantes, como es el caso de la educación de todos los colombianos. Al haber sido abrazado el enfoque técnico sin mayor debate, con el celo del converso, el humanismo parece haberse transformado en su enemigo mortal; se le desdeña como algo irrelevante, como charlatanería (pues para nuestros técnicos aquello que no es medible no existe), o como mera erudición de coctel…

Sin embargo, los tecnócratas se equivocan: es una visión humana la que permite ser crítico con los estudios y las cifras técnicas. En otras palabras, el enfoque humanista sirve para discernir, para generar posturas éticas sólidas, compromisos morales y la sensibilidad necesaria para entender al otro y poder generar condiciones de respeto y convivencia en sociedad.

El papel de una universidad es formar profesionales con habilidades prácticas, eso no se discute; pero profesionales capaces de reflexionar frente a su vida y de ser responsables frente a su comunidad. La universidad tiene como papel, históricamente, formar personas con espíritu crítico que impacten positivamente su sociedad y que cuestionen, de ser el caso, los mismos modelos en los que han sido educados. Y este espíritu crítico no lo desarrolla ningún método cuantitativo, ningún saber técnico, sino la amplitud de miras y la multidisciplinariedad que propicia el enfoque humanista; es el humanismo lo que le permite al estudiante y luego al profesional ser crítico de sí mismo y de su entorno.

Se dirá que el ejemplo de la Alemania nazi es extremo y exagerado. Sin embargo, en su momento Alemania privilegiaba la educación técnica, tan anhelada en nuestro medio, y el humanismo era tenido como un divertimiento de intelectuales sin relevancia.

Quizás el humanismo no sea medible, pero hoy, más que nunca, es relevante.

Atalaya.espectador@gmail.com, @Los_Atalayas

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