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La Libia de la Otan: un país sin rumbo

Beatriz Miranda
26 de octubre de 2016 - 03:00 a. m.

En 2011, Occidente anunció la muerte de Muamar Gadafi, el dictador que había dirigido a Libia por décadas, con bombos y platillos. La intervención de la Otan en aquel país generó expectativas de una nueva Libia. Cinco años después, es un país fragmentado, inestable, inseguro, empobrecido y con gobiernos paralelos que se disputan el comando del país.

Recientemente, aviones de combate estadounidense lanzaron 30 ataques contra posiciones del Estado Islámico en la ciudad de Sirte, Libia. Es importante recordar que desde hace más de un año, esta ciudad, con aproximadamente 130 mil habitantes es el centro de la organización terrorista Estado Islámico en el país.

La situación actual de Libia, su inestabilidad y el impacto de su caos doméstico en África derrumba cualquier pronóstico hecho luego de la muerte de Gadafi, sobre todo, lo relacionado con la posibilidad de construir una sociedad libre y democrática y pone en tela de juicio la efectividad de la intervención del occidente en este país, que pareciera estar a la deriva.

Es importante recordar que más allá de las retaliaciones de la comunidad internacional al gobierno de Muamar Gadafi, Libia entró en la disputa geopolítica mundial, por sus riquezas naturales: mayor reserva de agua dulce subterránea y poseedora del petróleo de mayor calidad a nivel internacional. Sus reservas de petróleo son las más grandes de África y ocupa el 9º lugar en el mundo.

En aquel entonces, a pesar de los conflictos religiosos y tribales, sus indicadores sociales muy significativos sorprendían. Incluso Libia no era un factor significativo en términos de envío de migrantes hacia Europa.

Cinco años después de la intervención de la Otan, en Libia emerge con toda su fuerza el “contrabando de drogas, armas y personas”. Muchos analistas afirman que la ausencia de un ejército nacional después de la muerte de Gadafi en 2011, ha incrementado la inestabilidad, ya que hoy centenas de grupos armados deambulan por este país. Hay que recordar que algunas milicias solo pudieron armarse con el apoyo de países como Catar, Turquía, Egipto y Arabia Saudita. El país se ha balcanizado, sin claridad de una próxima vía para procurar la unidad nacional.

En los últimos años, los grupos terroristas Al Qaeda y el Estado Islámico van a encontrar en el caos de Libia un contexto propicio para sus operaciones. Incluso sus vecinos acusan a libia de proveer armas para Boko Haram en Nigeria, grupo que según el presidente nigeriano es la franquicia de Al Qaeda en el Àfrica Occidental y apoyar levantamientos en Mali.

Hoy las costas mediterráneas de Libia se han vuelto una esperanza para los africanos que deciden emprender una aventura mucha veces sin vuelta para llegar a Europa.

La supuesta acción humanitaria para liberar al pueblo libio de la dictadura de Gadafi no ha sido viable ni para el pueblo libio ni para el continente africano y contribuye al debilitamiento de la gobernabilidad regional.

Libia hoy es una encrucijada mundial que deja indagaciones: Después de la muerte de Gadafi, ¿quiénes son los dueños de sus reservas de petróleo y gas? ¿A quién le interesa una Libia fragmentada? ¿Quién comanda Libia que no logra la vía democrática que supuestamente inspiró la incursión de la Otan? Aparentemente, la fractura territorial que lo convirtió en paraíso de grupos como Al Qaeda e Isis, ha transformado el país que tenía los mejores indicadores económicos y sociales de África, a pesar del carácter autoritario de su gobierno, en un país sin rumbo.

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