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La miseria como festín de los medios

Claudia Morales
28 de octubre de 2016 - 02:16 a. m.

Amanda Knox era una veinteañera que viajó en 2007 desde Estados Unidos hacia Perugia, Italia, con el fin de estudiar. Allá conoció a Raffaele Sollicito, se ennoviaron y pasaron cinco días de intenso romance.

El sexto día, un 2 de noviembre de ese año, apareció asesinada la británica Meredith Kercher, compañera de casa de Amanda. Entonces, empezó el show.

Este es el resumen del reciente documental de Netflix “Amanda Knox”, que nos recuerda los hechos que rodearon el crimen de Meredith, la rápida conclusión de que Amanda y Raffaele eran los culpables y la esquizofrenia de los medios que, como lobos detrás de una presa, no se permitieron un segundo de duda.

El investigador del caso, Guiliano Mignini, creyó en unas pruebas de ADN que luego fueron descalificadas por estar contaminadas, pero sobre todo, decía que no le gustaba la actitud rebelde de Knox y que eso era parte de lo que le hacía pensar que era culpable del homicidio. El periodista británico “estrella” Nick Pisa, recibía filtraciones de la policía, sin ningún pudor las daba por ciertas y construía titulares, al igual que otros colegas, que decían por ejemplo “Amanda, la come hombres”, “Como Lucifer: demoníaca, diabólica...una bruja del engaño”.

Los periodistas y la sociedad condenaron a Amanda mucho antes de que llegara el primer juicio un año después del crimen, en el que efectivamente ella y su novio fueron declarados culpables. Y el mayor desplante les llegó a medios y ciudadanos cuatro años después cuando la Cámara de Apelaciones italiana revisó la sentencia y absolvió a Knox y a Sollicito. Después hubo otra revisión y la Corte tomó la misma decisión porque “hubo una presión mediática exacerbada que creó una búsqueda frenética de los culpables. Hubo total falta de rastros biológicos que conectaran a Amanda y a Raffaele con el crimen”.

Luego de ver el documental, a mi memoria llegaron tres casos: la violación y asesinato de la niña Sandra Vásquez en la Estación de Policía de Germania. Sin pruebas contundentes acusaron a su padre, que también era policía, de haber sido el culpable del crimen. El hombre fue despreciado, recibió los peores calificativos y 16 meses después descubrieron que nada tuvo que ver y que el asesino era otro uniformado.

Recuerdo al almirante (r) Gabriel Arango, víctima de un burdo montaje que según la Corte Suprema que lo absolvió, pudo tener como protagonistas al entonces ministro Juan Manuel Santos, al excomandante de la Armada Guillermo Barrera y al hoy director de la Dirección de Inteligencia, el almirante Echandía. La Fiscalía no hizo el menor esfuerzo por investigarlos y, durante años, Arango fue tildado como narcotraficante y linchado por los medios.

Y cómo no recordar el video de RCN en el que sin mediar duda acusaron a Sigifredo López de ser uno de los guerrilleros de las Farc que orquestó el secuestro y posterior asesinato de sus compañeros diputados de Cali. Por una nariz, la Fiscalía, los medios y una buena parte del país convirtieron a Sigifredo en el peor criminal.

El periodista Pisa dijo: “parte de la información que se publicó sobre Knox fue un invento total. No podía decir que quería confirmar porque dejaba que mi rival publicara antes y perdía la primicia”. Ni aquí ni en ninguna parte habrá decisiones para acabar ese tipo de periodismo y eso me produce desazón porque seguiremos viendo autoridades irresponsables, la miseria como festín de los medios y una audiencia enloquecida por ver, oír y hacer click.

@ClaMoralesM* Subdirectora de La Luciérnaga

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