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La pobreza no es culpa del clima

Gonzalo Hernández
10 de noviembre de 2015 - 02:00 a. m.

El Banco Mundial acaba de advertir que el cambio climático podría revertir los avances de los últimos 25 años en contra de la pobreza a nivel mundial.

En uno de sus escenarios, no el más crítico, estima que 100 millones de personas adicionales podrían estar en pobreza extrema en el 2030 como consecuencia de los efectos climáticos.

Su reporte “Gestión del impacto del cambio climático sobre la pobreza” reconoce que las sequías, inundaciones, olas de calor o ausencia de lluvias, que elevan los precios de los productos agrícolas, que destruyen edificaciones y que facilitan la proliferación de enfermedades, afectan de manera más severa a los más pobres. Se destaca entonces la prioridad de protegerlos de los avatares ambientales: con política social, innovación agrícola, infraestructura y acceso a los mercados. Esto siempre ha sido necesario pero el cambio climático acentúa la urgencia.

Este reporte técnico encaja bien como segundo tomo de la encíclica del Papa Francisco. La encíclica es fundamentalmente acerca de políticas de desarrollo. Para Francisco, la pobreza y el cambio climático son síntomas del maltrato a la casa común, son termómetros de lo mal que nos organizamos como sociedad y de lo mal que producimos y distribuimos nuestros recursos. Es decir, son síntomas de nuestra ineficiencia e inequidad.

Por supuesto, en la práctica, la corrección de rumbo implica grandes retos. Aparecen disyuntivas que son difíciles de enfrentar. El Banco Mundial plantea que la deseable reducción de las emisiones excesivas de dióxido de carbono puede ser muy costosa, en especial para los países más pobres. Incluso puede ir en contravía de otros instrumentos para combatir la pobreza. Si buena parte de la reciente reducción de la pobreza es atribuible a mayores tasas de crecimiento, ¿a cuánto crecimiento y reducción de la pobreza estaríamos dispuestos a renunciar por menor contaminación?

Estos temas son cruciales para las políticas de desarrollo. Me temo, sin embargo, que así como ocurrió con la encíclica, el enfoque noticioso sobre el reporte pueda trivializar las ideas de fondo. Tal vez hablen de los 100 millones de pobres y se culpará al clima de los males socioeconómicos, como se culpa a la sequía por la falta de agua en la Guajira, o a las lluvias por las inundaciones. El problema es en realidad la falta de infraestructura pública y la ausencia del Estado.

El enfoque debe estar en el verdadero mensaje, ese que sí nos responsabiliza como ciudadanos en materia de política económica y también de economía política: la necesidad de un modelo de desarrollo económico y social que tenga como principio rector la atención a los más necesitados. En algunos casos, como quiere el Banco Mundial, ese modelo creará ganancias adicionales para todos. En otros, como plantea Francisco, tendrán que limitarse las acciones de los más poderosos. Y claro, esto no siempre cae bien.

El autor es el Director del Departamento de Economía de la Universidad Javeriana.

 

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