La política del gran garrote

Ricardo Bada
20 de enero de 2017 - 02:00 a. m.

20 de enero, San Sebastián en el calendario cristiano, fecha de la toma de posesión de un nuevo presidente USAno. Uno con cuyo nombre no deseo macular esta columna, y que me recuerda a otro presidente plantígrado que hubo en ese país.

Theodore Roosevelt, pues de él se trata, es una figura de una todavía inmensa popularidad en los propios USA, aunque me temo que en América Latina su nombre sólo se recuerda unido a la oda que le dedicó Rubén Darío. Y en Colombia, específicamente, por ser el promotor de la secesión de Panamá, para sentar sus reales a ambos lados del canal durante casi un siglo.

Algo más difícilmente podrá escarbar en su memoria un latinoamericano más o menos bien informado. Y eso no es que sea una laguna en su disco duro interior, sino un cenote de profundidades abisales. Porque es al primer Roosevelt a quien se debe el ominoso documento llamado Corolario y que lleva su nombre, en el cual se instituye nada menos que la a su vez llamada “política del gran garrote” (Big Stick Policy). ¡Ay caray!

Ahora bien: lo más relevante del Corolario Roosevelt no es esa política del Big Stick, una especie de Big Brother a la fuerza (bruta), sin la sofisticación que implica el control de los propios ciudadanos, en principio, y del resto, después, por medios más sutiles que el garrotazo en la testa. No, lo que mayormente da carácter a ese documento es que Roosevelt dice, textualmente, que USA deberá intervenir, como policía mundial, allí donde haya que combatir, no una conculcación de los derechos humanos, no, sino un relajamiento de las normas de la sociedad civilizada. Al pie de la letra dijo así:

“Si una nación demuestra que sabe actuar con eficacia y decencia razonables en asuntos sociales y políticos, si mantiene el orden y paga sus obligaciones, no necesita temer ninguna intervención de los Estados Unidos. [Pero] un mal comportamiento crónico, o una impotencia que da lugar a un relajamiento general de las normas de la sociedad civilizada, sea en América o en otra parte, requiere en última instancia la intervención de cualquier nación civilizada, y en el hemisferio occidental, la adhesión de los Estados Unidos a la doctrina Monroe puede forzar a los Estados Unidos, en casos flagrantes de tal comportamiento o impotencia, [y] aun cuando sea renuentemente, al ejercicio de un poder policial internacional”.

Lo más curioso es que la famosa frase “Speak softly and carry a big stick (Habla suavecito y carga un gran garrote)”, pronunciada por Roosevelt en la Feria de Minnesota, el 2 de septiembre de 1901, doce días después del asesinato de McKinley, y entendida como premonición de la política basada en el Corolario, es un refrán... africano.

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