La soledad del procurador Ordóñez

Arturo Charria
14 de enero de 2016 - 02:43 a. m.

Como un perro que han dejado solo y ladra de hambre durante toda la noche, el procurador Ordóñez insiste en lanzar juicios cargados de odio sin que nadie le preste atención.

El discurso no es nuevo. Desde que Alejandro Ordóñez asumió el control de la Procuraduría, ha intentado usar su todopoderoso cargo para hacer del país la aldea medieval que narran los libros que lee y sigue al pie de la letra. Cuando tomó posesión del Ministerio Público, llenó el edificio de cruces y oratorios, y no me sorprendería que al abandonarlo cambie la perniciosa electricidad de los pasillos de la edificación por antorchas y candelabros.

El procurador sabe que su salida está cerca, pues en pocos días el Consejo de Estado debe decidir si Ordóñez continúa o no al frente de esta cartera. Por eso, en los últimos días ha arreciado en las tesis que sostenía desde que era un adolescente y quemaba libros en los parques de su natal Bucaramanga. Allí, en nombre de Dios, de la Virgen y de todos los santos incineraba el papel al no poder hacerlo con las personas.

Ha escogido un mal momento el procurador para hacer una síntesis de su legado. El país está muy disperso: las fiestas navideñas y las consecuentes verbenas populares que se hacen en los pueblos en los primeros días de enero; la posesión de alcaldes, gobernadores y concejales; el personaje y antipersonaje del año; la polémica venta de Isagén y la entrega del balón de oro. Demasiadas noticias para centrar la atención en los mismos juicios que desde hace siete años viene ladrando el procurador.

Durante la última semana, preso de su desespero y de la angustia de su soledad, el procurador ha arremetido contra lo que considera los tres demonios que llevarán a Colombia al infierno: la izquierda soviética (hay que recordar que Ordóñez vive en el pasado), la tolerancia con la diversidad sexual y la copulación con fines distintos a la reproducción.

La amenaza de la izquierda la ve encarnada en los acuerdos de paz de La Habana. Sin embargo, a manera de testamento, volvió a repetir los argumentos que ha lanzado contra la negociación, tratando de hacerlos pasar por nuevos al inventar metáforas, que más allá de ser ingeniosas, están cargadas de mezquindad. Esto se evidencia en la entrevista que se publicó el miércoles seis de enero del presente año en El Tiempo, lo entrevistó su amigo y una de las voces más autorizadas del uribismo, Plinio Apuleyo Mendoza. Allí redujo el concepto de paz territorial, a simples “guetos” de las Farc: “no se trataba de institucionalizar al Estado en esos territorios, sino más bien de institucionalizar a las Farc en ellos, con el riesgo de crear peligrosos guetos”. ¿Por qué el procurador asume que no se trata de institucionalizar el Estado en esas zonas apartadas, si justamente es la Procuraduría la que debe velar por ello? Ya da por descontado que no se hará ¿tiene información que nosotros no?

Al día siguiente, el jueves siete de enero, se conoció un concepto que envió a la Corte Constitucional por medio del cual pedía declarar inconstitucional la Ley Antidiscriminación. Para el procurador no es claro qué significan actitudes o comportamientos discriminatorios contra los distintos grupos minoritarios que dicha ley intenta proteger. Considera, por ejemplo, que las agresiones contra la comunidad LGBTI no deberían tener implicaciones penales o disciplinarias. Pero esto, al igual que sus argumentos contra el proceso de paz, lo viene sosteniendo desde el 2013. Hace dos años, Ordóñez apoyó una demanda contra la norma, pues según sus palabras consideraba que era: “inconstitucional llevar a la cárcel a las personas solo por expresar posturas ideológicas, religiosas o morales”. Olvida el procurador que la norma no castiga las posturas o pensamientos de un individuo, sino cuando estos se convierten en acciones que violentan o discriminan a una persona, por ejemplo: sacar de un centro comercial a dos personas del mismo sexo que caminen tomados de la mano o negarle la entrada a un establecimiento a alguien por su color de piel.

Pero la semana no había terminado, quedaba un día, el viernes ocho de enero. Ese día el procurador envió otro concepto a la Corte Constitucional, manifestando que las cirugías para impedir la fertilidad como la vasectomía o la ligadura de trompas no deben hacer parte del Plan Obligatorio de Salud. Argumentó el procurador que estas prácticas no benefician a la salud y, por el contrario, tienen implicaciones fiscales. Como ha sido habitual en él, Ordóñez insiste en meterse, código en mano, bajo las sábanas de los ciudadanos usando la cruz como faro.

Es triste ver el desespero del procurador, su soledad. Los medios reseñan sus alegatos, pero estos cada vez tienen menos eco. Quizá estará pensando jugarse su última carta con la destitución del senador Iván Cepeda, como tanto quisieran él y sus copartidarios del Centro Democrático. Una destitución como esta lo volvería a poner en la agenda política y desde ahí seguir empujando su visión medieval y religiosa del mundo. Pero lo más seguro es que esto no suceda, porque el Procurador, como esos perros que ladran y ladran en los patios de las casas, terminará convirtiéndose en un elemento más del paisaje de los barrios.

 

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