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La tengo Clara

Luis Fernando Medina
21 de octubre de 2015 - 02:00 a. m.

Curiosamente, los tres candidatos que encabezan las encuestas para la alcaldía de Bogotá ya han sido alcaldes en algún momento, así haya sido por muy poco tiempo.

No deja de ser una buena señal de los avances de Bogotá en lo que hace a su sistema político y a su gobernanza el que los ciudadanos puedan escoger entre tres individuos que, independientemente de las discrepancias que se puedan tener con ellos, son políticos de quilates. (Mientras menos hablemos del cuarto candidato, mejor.) De hecho, los tres de un modo u otro han sido en el pasado aspirantes serios a la Presidencia y seguramente lo volverán a ser.

Con todo y que a mí me encanta la mordacidad, en esta ocasión me queda difícil hablar mal de cualquiera de estos candidatos como individuos. Clara López, Enrique Peñalosa y Rafael Pardo son personas capaces, con atributos valiosos y buenas ideas. Pero, hecha esta salvedad, aunque no estaré en Bogotá el día de las elecciones, si estuviera votaría por Clara López: creo que es lo mejor para la ciudad y para el país.

Enrique Peñalosa fue un alcalde relevante en la historia de la ciudad. Introdujo temas e iniciativas novedosas aunque en la ejecución hubo más problemas de los que sus defensores reconocen. Tiene toda la razón cuando dice que los espacios públicos de calidad, donde convergen ciudadanos de todas las clases y condiciones sociales, son fundamentales para la calidad de vida y el desarrollo de una ciudad moderna. De hecho, algunas de las mejores cosas de su gestión como alcalde estuvieron ligadas a este punto. Pero creo que en este caso segundas partes no serían buenas. Su plan para un malecón en el río Bogotá suena más bien a un lío ambiental de marca mayor y un festival de especulación inmobiliaria. Sus señales equívocas sobre el metro son exasperantes en un momento en que ya Bogotá no aguanta más vacilaciones en este tema. Si queremos algún día, dentro de unos diez años, poder hacerle siquiera cosquillas al problema de movilidad, hay que comenzar el metro cuanto antes. Por otro lado, aunque Peñalosa tiene elementos progresistas en su ideario, a veces a la hora de los tiros, hace coaliciones dudosas. (No, yo tampoco le he perdonado sus coqueteos con Uribe.) Su discurso de lo urbano suena a moderno y de avanzada, pero deja la impresión de que a la hora de administrar le abriría el espacio a los intereses de los macroproyectos, del crecimiento desmedido y de la dispersión geográfica.

No sé si la actual candidatura de Pardo sea un intento del Partido Liberal de corregir la injusticia que cometió con él. Independientemente de las discrepancias que se puedan tener con él, y yo tengo muchas, ha sido uno de los candidatos más preparados que haya tenido el Partido Liberal a la presidencia. Y sin embargo, el Partido lo dejó solo, en una campaña lánguida y con pésimos resultados electorales. Pero a pesar del respeto que me merece, no pienso votar por él para la alcaldía. Su programa, al igual que el de Peñalosa, tiene ideas buenas. En parte esto se debe a que, tras varios años de discusión y de análisis, se está llegando a cierto consenso sobre cómo reorientar el desarrollo de Bogotá. Temas como la densidad, medios de transporte alternativos, espacios públicos incluyentes, énfasis en la educación pública de calidad o manejo ambiental prudente, forman ya parte de cualquier programa de campaña bien elaborado. Pero creo que muchas de las ideas del programa de Pardo, si de verdad se quieren llevar a la práctica, requieren de un músculo político fuerte para poder negociar con los intereses privados, tanto en transporte como en construcción, y el Partido Liberal no parece ser el que esté en mejores condiciones para ello.

Por su parte, la campaña de Clara López recoge los mejores elementos de las otras dos campañas pero les añade tres ingredientes más que la convierten en mi candidata favorita. Primero, la izquierda tiene más fuerza y voluntad política para las negociaciones duras que se vienen a la hora de densificar, de construir vivienda de interés social de calidad y bien ubicada, de defender las empresas públicas y disciplinar el sector transporte. Sí, en todos estos frentes la izquierda se ha quedado corta durante sus años gobernando Bogotá. Pero esta vez el Polo Democrático se muestra como una fuerza más coherente que en años anteriores, no como cuando le entregó las llaves de la ciudad a un paracaidista como Samuel Moreno, y con apoyos de la izquierda liberal que le darán una gobernabilidad más amplia. En segundo lugar, el programa de Clara López se ha atrevido a poner sobre la mesa la discusión sobre el modelo de desarrollo económico de Bogotá que es, en últimas, fuente de muchos de los problemas de la ciudad. No se pueden tener avances duraderos en materia de equidad, seguridad, integración social y espacial, si no se le mete mano a los problemas de informalidad del empleo y raquitismo de la inversión pública. A eso hay que sumarle la destorcida macroeconómica que se viene y que puede atacar incluso a las clases medias. Más vale que Bogotá empiece a prepararse para asimilar ese golpe. El tercer ingrediente se refiere ya no a Bogotá sino al país. Colombia está entrando en una fase política de mucho dinamismo, llena de oportunidades. Todo apunta a que próximamente llegará a puerto seguro el proceso de paz. Si el Polo Democrático consolida su presencia en Bogotá, estará en posición de abrir espacios de reconciliación vitales para el posconflicto.

Entiendo por qué gente a la que respeto y admiro va a votar por los otros dos candidatos. En esta elección salen sobrando los sectarismos. Pero yo ya tengo clara mi decisión.

 

 

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