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Las Farc fueron derrotadas

Luis Carlos Vélez
19 de septiembre de 2016 - 02:00 a. m.

Antes de dedicar gran parte de sus actividades al narcotráfico, las Farc buscaban hacerse con el poder del Estado e imponer su forma de ver el mundo en materia económica y social. Pretendían reemplazar, por medio de las armas, el modelo de nuestra nación para acercarlo al que ha destruido en tiempo récord a Venezuela e impuesto una dictadura de facto en Cuba. Lo querían lograr a la brava, a punta de secuestros, extorsiones, bombas y asesinatos, pero no pudieron, esa es la realidad. La labor permanente y contundente de nuestras Fuerzas Armadas llevó a esa guerrilla y sus líderes a la mesa de negociación para terminar de una vez por todas con la masacre de los últimos 50 años.

En conversación con el programa 6 AM Hoy por Hoy, de Caracol Radio, el general Mora, quien hizo parte del equipo de negociadores, lo puso de esta manera: “La misión era defender a los colombianos, y para hacerlo debíamos usar la fuerza. El objetivo era llevar a las Farc a un punto de inflexión donde se convencieran de que su proyección de llegar al poder a través de las armas era un imposible, y eso se logró”.

Bajo esa lectura, es indudable que las Farc perdieron, que la mano dura del expresidente Uribe y el salto logístico de las Fuerzas Armadas que se logró en la administración Pastrana fueron determinantes en torcerle el pescuezo a su serpiente de terror.

La historia de los conflictos nos enseña que hay un gran error cuando se piensa que el fin de una guerra se logra con exterminar al enemigo. Que se puede acabar hasta con el último de los contrincantes y que sólo ahí se llega a una victoria contundente y definitiva. La realidad es que las guerras se pelean hasta el momento en que el rival está dispuesto a conversar para ceder en sus pretensiones, y por medio del diálogo se encuentra una solución negociada.

Comprender que el mejor de los escenarios es traer a valor presente las diferencias para evitar derramar más sangre es complejo, simplemente porque la sangre es adictiva, como la droga. Una vez corre, los que la generan siempre quieren más, porque sueñan con la idea de que son tan fuertes y contundentes que nunca serán vencidos y que su enemigo inevitablemente será aniquilado. La venganza como justicia perfecta es una ilusión que, en estos casos, no permite lograr un punto final y siempre abre un capítulo más violento que el anterior. La retaliación es por definición hermana del infinito, una bola de nieve formada de sangre, dolor y odio.

Si el plebiscito aprueba los acuerdos obtenidos en Cuba, la lucha con las Farc será la de las ideas, en el terreno donde siempre tuvo que estar. Seguramente continuaremos siendo testigos de su discurso arrogante y de sus posturas anacrónicas, pero habremos sacado del camino el peor riesgo de todos: el de ser eliminados por tener pensamientos diferentes.

Lo que pase de ahora en adelante será producto de la determinación democrática de los colombianos, que en las urnas decidirán el verdadero rumbo que debe seguir el país, lo que incluye, inevitablemente, la posibilidad de repasar el camino de destrucción ya conocido por todos que implementó Hugo Chávez en Venezuela, pero eso no es producto de lograr la paz con las Farc.

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