Lecciones para los medios a raíz de su fracaso con Trump

Nicholas D. Kristof
05 de enero de 2017 - 02:00 a. m.

El año pasado no fue el mejor que hayan tenido los medios de comunicación.

Si bien hubo algunas coberturas destacadas, en general hicieron creer a mucha gente que Donald Trump jamás ganaría la nominación republicana, ya no digamos que la Casa Blanca. Con demasiada frecuencia se dejaron llevar por todo lo que relumbrara, le ladraron inútilmente a todo lo que veían y no profundizaron ni pidieron cuentas de sus mentiras a los políticos.

En 2008, las tres redes de televisión, en sus noticieros nocturnos, dedicaron el curso de todo el año un total de tres horas y 40 minutos a reportajes de los temas de campaña (es decir, cobertura de los temas de campaña de forma independiente, no porque los hubieran mencionado los candidatos o porque surgieran en los debates). En 2016, esa cifra se desplomó a un total de solo 36 minutos.

ABC y NBC dedicaron solo nueve minutos cada una a hablar de los temas de campaña; CBS, 18 minutos. Así pues, ABC y NBC tuvieron menos de un minuto de cobertura de temas de campaña al mes en 2016.

Esas cifras provienen de Andrew Tyndall, cuyo Reporte Tyndall monitorea los noticieros. Según las mediciones de Tyndall, en 2016 no hubo ninguna cobertura independiente en esos noticieros nocturnos sobre la pobreza, el cambio climático y la drogadicción.

“Los periodistas se enfrentaron al espectáculo de una campaña carente de temas”, me dijo Tyndall. “Así que tuvieron que decidir cómo reaccionar: con complicidad, ya que es fácil encajar tales tácticas en la estructura de entretenimiento de un programa de ‘reality’, muy buena para los índices de audiencia, o con desafío, profundizando en los temas que estaban en juego”.

La prensa en general eligió lo primero y “trató a los espectadores no como ciudadanos sino como pares de ojos”.

Claro, hubo excepciones, como los reportajes de primera categoría en periódicos y revista sobre la fundación, los impuestos y el pasado de Trump. Uno de los problemas fueron las presiones comerciales, pues las empresas informativas en todas las plataformas —impresas, digitales y televisivas— están luchando por hallar su modelo de negocio. Todos sabían que Trump era bueno para los índices de audiencia mientras que un reportaje sobre la pobreza era malo.

Como dijera en febrero del año pasado Leslie Moonves, presidente de CBS, al referirse a la postulación de Trump: “Quizá no sea buena para el país, pero será endiabladamente buena para CBS.”

Todo el mundo de los medios necesita encontrar fuentes de ingresos —en la filantropía si es necesario— para financiar reportajes que sean importantes, pero no lucrativos.

Como sea, muchos eligen la carrera de periodismo porque piensan que es un servicio público. Yo he visto periodistas en el extranjero arriesgar su vida por conseguir la nota pues están convencidos de que es importante. Si ellos pueden arriesgarse así, ¿no podrían los productores arriesgar sus índices de audiencia de vez en cuando?

Apenas en marzo de 2016, Trump ya había recibido 1.900 millones de dólares en cobertura gratuita de los medios, 190 veces más de lo que él había pagado. En ese entonces, hablé con periodistas y académicos y entre ellos prevalecía la opinión de que la televisión había fastidiado las cosas al cederle el micrófono a Trump y no verificar sus declaraciones debidamente.

Además, Trump fue un genio para distraernos de los temas de substancia. Como observó Tom Rosenstiel, veterano crítico de la prensa: “Necesitamos periodistas que cubran lo que es importante, no que le ladren a cada coche que pase”.

También influyó el hecho de que los medios nacionales no están muy diversificados, no solo en términos raciales o étnicos, sino también desde el punto de socioeconómico y geográfico. No tenemos muchos periodistas nacionales con raíces de clase trabajadora o evangélicos, por lo que los reportajes sobre los simpatizantes de Trump generalmente eran someros y condescendientes. Y en gran medida no vimos la rabia y la frustración que llevaron a Trump a la victoria.

Tenemos que averiguar nuevas formas de hacer las cosas centrándonos en el periodismo y no en la estenografía. Jay Rossen, de la Universidad de Nueva York, propone que los medios envíen a pasantes a cubrir las conferencias de prensa de la Casa Blanca y reserven a los veteranos a profundizar en las notas verdaderas.

Tenemos que ser persistentes, que seguir presionando para que Trump dé a conocer sus declaraciones de impuestos y los detalles de sus políticas. Tenemos que evitar los peligros de la falsa equivalencia, citando a una persona de cada bando como si fuera un debate genuino cuando sabemos que no lo hay. Y puede parecer raro que esto lo diga un columnista, pero debemos de reportar más y pontificar menos.

También debemos de esforzarnos por desmentir las noticias falsas. Una noticia falsa en Facebook diciendo que el presidente Barack Obama había prohibido recitar el juramento de lealtad en las escuelas fue compartida más de dos millones de veces; otra noticia falsa, de que el papa Francisco había expresado su apoyo a Trump, tuvo casi un millón de interacciones.

Cuando hay tanta gente que cree mentiras, debemos intervenir enérgicamente en favor de la verdad.

¿Es importante que los medios convencionales hagan mejor su trabajo? ¿O ya vivimos en una era que superó a la verdad, en la que somos tan desconfiados que las investigaciones son desdeñadas, si es que alguien las llega a ver? No lo sé con certeza, pero creo que al menos debemos intentarlo.

Pronto tendremos a un comandante en jefe de las fuerzas armadas que será el político más evasivo, ignorante y pueril que hayamos tenido, y si bien en esta elección entraron en juego muchos factores, pienso que los medios contribuyeron por no hacer debidamente su tarea.

¿Qué aprendimos? En la alborada de 2017, concentrémonos en lo que es importante. No en la celebridad sino en la sustancia: ¿Perderán su seguro médico millones de estadounidenses? ¿Qué pasará con los 21 millones de niños que viven en la pobreza? ¿Seguirán masacrando a los sirios? ¿Caerá Sudán del sur en el genocidio? ¿Habrá una guerra comercial? ¿Una guerra de verdad?

A lo largo de buena parte de 2016, los medios informativos —con sus estelares excepciones— fueron como perros que irreflexivamente le ladraban a cualquier cosa. En parte por ese error, el país ahora necesita un sólido cuarto poder más que nunca. Debemos de inyectarle de nuevo el sentido de misión. Así pues, como resolución de Año Nuevo, tratemos de ser más cancerberos y menos perros falderos.

(c)2017 New York Times News Service

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar