Maestro Darío Mesa

Mario Méndez
13 de abril de 2016 - 07:57 p. m.

La primera impresión que se tenía al conocer a Darío Mesa Chica era la de estar ante un personaje adusto, imperturbable, serio, impenetrable, recio.

Su calva estaba siempre muy bien puesta y cultivada sobre lo que guardaba para compartir con sus alumnos en la Nacional, tiempo después de ser profesor invitado en la Universidad de Leipzig entre 1962 y 1964. Para muchos resultaba intimidante su atildada personalidad, factor que no facilitaba el establecimiento de diálogos que pasaran de lo necesario, pero en cambio sus clases se constituían en rica oportunidad para exprimirle algo del caudal que cultivó sin desmayo desde sus días de formación en la Normal Superior en Bogotá, antes de viajar a nutrirse de Marx, de Hegel, de Max Weber, cuya materia cursábamos en dos semestres.

Era distante el profesor Mesa e impactaba su perfil de un Sócrates criollo que apreciaba la calidad de sus pupilos destacados. Cerca de su corazón y su cerebro estuvieron desde temprano algunos alumnos de mi curso, uno de ellos luego rector de la Universidad Nacional y dos a la cabeza de la Pedagógica, que con otros más sabrían proyectarse con brillo en su desempeño profesional.

Desde la experiencia de discípulos de este inolvidable antioqueño de Abejorral, nacido en 1921 y fallecido el pasado nueve de abril en Bogotá, nunca se debilitó nuestro orgullo de haber recibido sus enseñanzas, que dejaron su impronta, mostrándonos un camino iluminado por su percepción holística del mundo, expresada con absoluta claridad conceptual, como exigencia tácita desde su saber y el inmenso respeto que despertaba, hasta el punto de que, a diferencia de otros docentes a quienes nos atrevíamos a llamar por sus nombres, Mesa nunca dejó de ser el profesor o el doctor Mesa, incluso para quienes se ubicaban burocrática o jerárquicamente por encima del weberiano profesor.

En lo que Darío Mesa hablaba y escribió se refleja una amplia comprensión del país y sus conflictos. Así, analizó el problema agrario, como lo hizo asimismo con lo que vino después de la pérdida de Panamá, en una visión integral, como corresponde a su profunda mirada sociológica, amén de muchos otros temas de envergadura que estudió con extrema dedicación. Y así como se paseaba por la historia, la sociología y la filosofía, no fue ajeno a la literatura, a la gran literatura, con notable capacidad para valorar e intuir. En 1955, en la revista Cromos hizo un análisis sobre lo que vendría con Gabriel García Márquez, basándose en la lectura de La hojarasca y anunciando que este cataquero bien podía producir la gran novela, cuando Mesa planteó, 17 años antes de Cien años de soledad: “Se presiente a veces nuestra novela moderna, la novela de la nación moderna. ¿La escribirá García Márquez?”. Posteriormente, el profesor Mesa apareció brevemente en El Espectador.

El antioqueño europeo que acaba de dejarnos encajó de maravillas en el lustro 1966-1970, nuestros años en la Nacional, que en 2017 celebrará sus primeros 150 años de vida. Aquel lapso ha sido considerado como uno de los momentos más brillantes de la primera universidad del país en el siglo XX.

 

* Sociólogo Universidad Nacional.

 

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