Maurice White dejó de ser la base instrumental de iniciativas ajenas para ser el cimiento estructural de su propio sueño.
Después de ser músico de sesión en grabaciones memorables de artistas como Etta James, Fontella Bass, Billy Stewart y otras estrellas que con sus tonos exigentes impulsaron el sonido de la Motown, el compositor, arreglista, productor y baterista nacido en Memphis (Tennessee) tomó la decisión de exhibir más su trabajo.
A partir de 1970, después de estar varios años detrás de los bastidores musicales y coordinar ingeniosas propuestas sonoras desde el asiento del baterista, White brincó sobre el bombo y el redoblante para crear lo que durante más de cuatro décadas fue su prioridad. Así, con un aire africano para el rock, nació Earth Wind & Fire, una banda cuyo brújula apuntaba al jazz, al funk y al soul.
El género que ejemplificaba por aquellos años la rebeldía tenía otra cabeza visible. Ya había un abanderado de la controversia; el poder del sonido fuerte contaba con sus patrones, así como la psicodelia se colaba en los gustos masivos gracias a la magia de un selecto colectivo.
Ahora, la mezcla entre el rhythm and blues (R&B), la herencia africana, el jazz exótico y el legado Motown también tenía su doliente, mejor aún, su sonante, un grupo comandado por Maurice White, quien desde la misma premisa del nombre anunciaba la presencia de tres elementos vitales: tierra, aire y fuego.
White se encargó, hasta donde su salud se lo permitió, de la exploración en la banda. Por eso en los años de consolidación entre el 70 y el 75 convocó instrumentos de uso africano exclusivo como la kalimba, con lo que logró marcar la diferencia entre Earth Wind & Fire y cualquier proyecto de corte similar.
En Maurice White el riesgo era un aliciente y esas ganas de asomarse a precipicios musicales siempre fueron aplaudidas por vocalistas como Philip Bailey, con quien compartió escenario durante varios años. Earth Wind & Fire copió el legado de su fundador y, a pesar de estar alejado del medio por el párkinson, la indicación expresa siempre fue asumir la diferencia como una oportunidad para crecer.