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Memorias (I)

Columnista invitado EE
26 de enero de 2016 - 03:41 a. m.

Pelé era Pelé y Maradona uno y basta. Di Stéfano era un pozo de picardía. Honor y gloria a quienes hicieron brillar el sol de nuestro fútbol de cada día. Permitidme glosar la gloria de estos hechos como hacían los griegos años atrás con la alegría de quien ha jugado a su lado y lleva su foto en la cartera: Joan Manuel Serrat.

Hemos dejado la memoria en los bolsillos del pantalón o de la camisa. La memoria es la huella o la cicatriz de nuestros acontecimientos y, sin embargo, aparece el olvido como atenuante, como sedante para que la memoria no nos duela tanto. La épica, el romanticismo, el realismo y otros ismos aluden, casi siempre, al dolor humano, a su tragedia permanente.

En el fútbol nos pasa igual: hay seres humanos que recuerdan de memoria las alineaciones de los equipos que participaron en los mundiales, o los nombres de los jugadores de su “equipo del alma”. Cuando falla la memoria se acude a la fotografía, a la radio, a la televisión y se recuerdan nombres, jugadas, hinchas, situaciones trágicas, hombres, mujeres, nombres. Las imágenes en blanco y negro nos traen recuerdos inolvidables de seres humanos idénticos: Garrincha, Sócrates, Zico, Zidane, Platini, Beckenbauer, Moacir Barbosa, Platko.

Esos personajes salieron de los barrios y conquistaron el mundo del fútbol y después se convirtieron en los protagonistas de los mejores cuentos y novelas de autores como Eduardo Galeano, Camilo José Cela, Bolaño, Rafael Alberti, Günter Grass, Camus y Kundera. La vida de estos jugadores se convirtió en material para recrear la condición humana. Por eso tenemos más tendencias hacia el olvido que hacia la memoria. Pero mis mejores recuerdos están tatuados en las imágenes de mi infancia: hay una cinta imaginaria en la que aparecen mis primeros amigos-enemigos del fútbol.

Las primeras miradas inocentes entre niños y niñas en un juego eterno de coquetería, pensamientos, sueños y silencios con suspiros incluidos. Tener aún los álbumes de los mundiales ha implicado pensar cuánto se ha transformado nuestra existencia, porque los recuerdos vitales están en relación directa con los años en los que se vivieron los mundiales (62, 66, 70, 74, 78, 82, 86, 90, 94, 98, 2002, 2006, 2010, 2014). 14 mundiales es la medida de mis recuerdos, es decir, mi historia se reduce a 14 mundiales, 14 guerras, 14 suicidios, 14 palabras de alegría y 14 narraciones de fútbol.

El material del que está hecha la vida es el mismo material del que están hechos los sueños y el fútbol. 14 cuentos y novelas sobre la vida, sobre el fútbol, sobre la muerte. La infancia es el mejor pretexto para ver caramelos sobre fútbol y presentir rostros de jugadores que no se van jamás de la mente de los infantes que emulan jugadas, cabriolas, mágicas caídas y cantos de gol. La niñez es la mejor cancha para errar en el amor y en la locura, por eso olvidamos lo que más nos duele y recordamos lo que más nos dolió.

rayuela138@hotmail.com

 

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