Millonarios

Jorge Tovar
11 de noviembre de 2015 - 03:46 a. m.

Hace apenas tres años, aquel ya lejano diciembre de 2012, Millonarios lograba su estrella 14. El futuro era prometedor. Atrás quedaba el saqueo que había terminado de hundir a la institución azul. A cambio florecía un equipo que con retoques y un proyecto adecuado debía alcanzar la gloria.

Ante un futuro tan esperanzador, la hinchada azul respondió. La llegada de Richard Páez a mediados de 2010 había impulsado las asistencias en finales (promedios por encima de los 30.000), aun cuando los hinchas no colmaban igual las tribunas en la temporada regular (promedios de 11.000). Incluso en 2012, ya con Hernán Torres, el número de espectadores apenas alcanzaba los 12.000. Todo cambió con la estrella 14. Durante la temporada regular de los dos semestres de 2013, el azul de Bogotá promedió más de 20.000 aficionados por partido. Era la cifra mágica que había pedido el entonces presidente Felipe Gaitán para garantizar un equipo ganador. La ilusión era desbordante.

Llegó Lillo en 2014, con métodos novedosos que no convencieron. Lo echaron antes de cumplir el año al frente del equipo. El proyecto y la ilusión se frenaron en seco. De 20.000 espectadores por partido en el primer semestre de 2014 se pasó a pírricos 8.600 en el segundo semestre.

La llegada del inexperto Ricardo Lunari impulsó la asistencia a El Campín: en el primer semestre de 2015, durante la temporada regular, se rozaron los 20.000 hinchas por partido. Pero la llegada de Lunari no fue más que un espejismo de una hinchada huérfana de victorias que, ante la falta de cracks en el equipo, idolatraba a un aceptable exjugador que apenas había vestido de azul durante seis meses. La realidad se destapó en el segundo semestre de 2015. Lunari no podía, no sabía, y además tenía poco equipo.

Los ahorros del título de 2012 se esfumaron. No hubo gloria y por el contrario el corazón del hincha se llenó de tristeza y desencanto. La ilusión ya no existe. Con apenas 13.000 espectadores por partido, Millonarios es el quinto equipo de mayor asistencia en el torneo. El capital más preciado, el apoyo de la hinchada, se deprecia rápidamente.

Millonarios no necesita ídolos de antaño, necesita una estrategia deportiva que permita construir un proyecto que crezca y sea sostenible en el corto, mediano y largo plazo. La esperanza se cifra en el trabajo de Peluffo, nuevo director deportivo, quien, con escaso sentido de pertenencia a la institución, va a “diseñar la filosofía de fútbol”. La frase suena demasiado elegante para lo que uno intuye que en la práctica va a suceder. ¿El presidente Camacho entiende de “filosofías” en el fútbol como para interpretar las opciones que le ofrezca Peluffo (si es que acaso lo hace)?

Habrá hinchas optimistas, pero ilusión, ilusión ya no hay.

 

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