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Mirada de Brueghel en Majagual I

Beatriz Vanegas Athías
05 de abril de 2016 - 02:40 a. m.

Majagual es un municipio de los cuatro (junto con Guaranda, Sucre y Ahí en el departamento de Bolívar) que forman la zona de La Mojana al sur de Sucre.

Tiene casi treinta y cinco mil habitantes dispersos entre la cabecera municipal y alrededor de veintinueve corregimientos. El jueves 31 de marzo y viernes primero de abril, también se vistió de viernes santo porque el preámbulo a la marcha convocada por el senador AUV, así lo exigía.

Es un pueblo de gentes generosas que han visto correr la sangre que les hizo derramar la guerrilla y luego la que aun corre por cuenta de los paramilitares. Vive del cultivo del arroz y posee tierras con doce metros de profundidad en fertilidad debido a las eternas inundaciones del poco publicitado (en comparación con el Magdalena) río Cauca. Dicen sus habitantes que donde cae una semilla, en dos meses hay un árbol crecido.

Hace cinco años se llegaba a Majagual a bordo de una chalupa desde Magangué a través del río Magdalena y el Caño Mojana. Una verdadera travesía entre tarullas y garzas blanquísimas. Entonces los habitantes del pueblo soñaban con la construcción de una carretera que conectara a Sincelejo-San Marcos con Majagual. Más de cincuenta años de promesas sobre este sueño enriquecieron a políticos de la Mojana y de las regiones sabaneras de Sucre. Hasta que llegó el expresidente que ha sido elegido el mejor senador del país y junto con sus amigos colonos paisas han comprado poco a poco a precio de huevo las fértiles tierras de la Mojana. La Francia, se llama una de las haciendas de este terrateniente que es dueño de medio país. Sólo para que ellos puedan hacer sus negocios, la carretera es casi una realidad. El Mojanero común y silvestre da gracias a Dios de que pueda ir a Sincelejo en sólo cuatro horas, pero ignora dónde se cuecen las habas.

Hace poco regresé a Majagual y me fijé en uno de sus tantas dolencias. Y entonces recordé al pintor Pieter Brueghel creador de paisajes totalizantes y de este en particular: El triunfo de la muerte que despliega un ambiente asfixiante por lo macabro. Y es que la mañana de marzo que entré a la Empresa Social del Estado, Centro de Salud de Majagual, más conocido como el hospital, me hizo evocar a Brueghel. Un pasillo pleno de pacientes desalados que portaban un improbable ficho para ser atendidos. Niños llorando; madres embarazadas que habían viajado en moto desde los diferentes corregimientos y veredas de Majagual: Puerta Azul en Las Palmitas; Las Candelarias, Zapatica, Tomala, El Naranjo. Estos usuarios con graves problemas de salud, con la disyuntiva de escoger entre emplear para comer o para viajar hacia el pueblo, los mismos veinte mil pesos, saben que tienen que madrugar durante tres días seguidos para conseguir uno de los 40 de cien fichos que reparten los extenuados empleados.

Si una continúa la exploración por aquel Centro de Salud, se encuentra con médicos (sólo hay cuatro para treinta y cinco mil usuarios) que parecen zombies: agotados, con la mirada perdida y la esperanza en igualdad de condiciones porque les adeudan más de ocho meses de sueldo. Viven como me dijo una empleada a la que adeudan dieciocho meses: gracias a la misericordia de Dios.

 

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