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Pequeño gran diablo

Diana Castro Benetti
09 de julio de 2016 - 02:00 a. m.

Como la vida, llevamos puesto el ego, un fiel acompañante nacido en algún lugar del Himalaya, una catedral del medioevo o en la mitad de una burguesía ociosa.

Llega con las alcurnias familiares o los rasgos de cada nación y desde pequeño es cómplice del señor de los destinos. Pésimo consejero, ama el fuego de las vanidades para mostrarse grande, fuerte y presumido. Habita entre las normas y muchas veces en la rebeldía y la excentricidad. Conoce muy bien el poder y se jacta en corredores, palacetes o salones de moda. Cuando está de mal humor, se levanta hinchado de tantos gritos y abusos trasnochados.Hay egos que se mimetizan con las creencias, los absolutos y los incuestionables. Hay otros que pasan inadvertidos, como el de la queja, la crítica y la ofensa, y optan por las luces de las revistas de actualidad. Egos de soles, egos de lentejuelas, egos de teorías, egos de opiniones, egos muy puros y otros que pecan de religiosos y políticos. Cada ego construye su piel, visita los infiernos y es aliado del miedo. El más difícil de reconocer es el que vive de la prédica, la santidad y la verdad. Ese extraño personaje que en cada nueva era habla de un más allá en tecnicolor. Falsa sabiduría.

Imposible de ocultar, el ego es la mejor fuente de rabietas, indignaciones y exigencias que, con su tono de diva patética, habla desde la vana prepotencia o desde la soledad del que no quiere escuchar. Es agria compañía que causa pérdidas y moretones. Diablo infame y maestro de vida, la real batalla contra el ego consiste en saber caminar con él pegadito a la piel y aceptar sus enseñanzas.

Acecharlo significa nunca estar dispuesto a aceptar su discurso y su dominio. Acecharlo es poder verlo de frente como el misterio que es. Acecharlo es no caer en las garras de su seducción. Acecharlo es agradecerle a pesar de las desdichas. Acecharlo es hacer alquimia para crear el elixir dorado de la inmortalidad. Acecharlo es darle cabida en un camarote simple no muy arriba de la cabeza, no muy lejos del corazón.

otro.itinerario@gmail.com

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