“Que tú eres menos que poquitito”

La frase entrecomillada corresponde al testimonio de un puertorriqueño sometido a toda suerte de vejámenes en una institución de rehabilitación de consumidores de drogas.

No es una cárcel, en donde poco o nada valen los derechos humanos de los criminales. Pero como si lo fuera.

La voz del sujeto hace parte de un documento publicado por Open Society este año para visibilizar el tratamiento abusivo que reciben los usuarios de drogas ilegales en los más variados centros de rehabilitación desperdigados en América Latina y el Caribe. Como esta, otras voces que alguna vez pidieron auxilio también merecen justicia.

La situación es particularmente grave en países como Guatemala, en donde las personas son conducidas por la fuerza a estos lugares en los que se les tortura abiertamente por cualquier razón. La comida es mala, los espacios son pequeños, los guardias incurren en humillaciones y por supuesto no hay ninguna solución real al problema de la dependencia a las drogas.

La palabra clave es “rehabilitación”: en los tenebrosos ejemplos que brinda el informe sobre otros países de la región como México, Brasil y República Dominicana, queda claro que la posibilidad de pasar a un enfoque en el que la salud de los drogodependientes prime por sobre otras consideraciones es bastante ilusoria. Al adicto se le ve como una causa perdida y sin doliente. En el mejor de los casos, el consumidor es un obstáculo para el embellecimiento urbano: un desechable (“que tú eres menos que poquitito”).

No es de extrañar, por consiguiente, que en países como Colombia la mal llamada limpieza social sea una más de las estrategias históricas de higiene avaladas sin querer, pero queriendo, por las autoridades legalmente constituidas. Y que un líder tan reconocido en temas de renovación urbana como el alcalde de Bogotá sugiera en la era de las legalizaciones que los marihuaneros son un problema para la ciudad debería ser un motivo de preocupación.