Publicidad

¿A quién le importa?

Aura Lucía Mera
03 de mayo de 2016 - 11:31 a. m.

El despelote del ICBF ya toca fondo.

Se trata de cientos de miles de niños. De su protección, de su cuidado, de su alimentación.

Niños, la mayoría abandonados por sus padres, maltratados, víctimas de violación, marginados y sin futuro. Recuerdo sus inicios. Recuerdo a “mamá Yolanda”, Yolanda Pulecio, su primera directora. Recuerdo que esta institución era una especie de sanctasanctórum donde no tenían cabida ni la corrupción ni la politiquería. Sus funcionarios tenían vocación de servicio y, además del cuidado y la protección, se brindaban amor y ternura.

Ha pasado mucha agua por debajo del puente, y actualmente esas aguas son fétidas; excrementos de corrupción fluyen por ellas. Mejor dicho: el río Bogotá es cristalino en comparación.

¿En qué momento se fue contaminando? Difícil de decir. Tal vez todo se inició con el Frente Nacional, cuando la repartija de cuotas burocráticas cada cuatro años fue el punto de arranque de todas las consecuencias que vivimos actualmente. Así se corrompieron Telecom, Puertos de Colombia, la Flota Mercante, los seguros sociales, Ferrocarriles de Colombia, etc. Cada cuatro años esas instituciones recibían las cuotas políticas del liberal o conservador de turno. Hasta que explotaron porque la carga laboral y los serruchos se tragaron todo.

De allí surgieron las elecciones populares de alcaldes y gobernadores, y esa fue la cereza del helado. Se dispararon la compra de votos y la sinvergüencería de todos conocidas.

Llegaron al Bienestar Familiar y lo contaminaron. No pongo nombres propios porque estoy cansada de demandas e intimidaciones. ¿Y nadie reacciona? Los niños que se mueren de hambre en La Guajira, los que se alimentan de un huevo y un banano. Las madres comunitarias explotadas laboralmente, sin salarios adecuados, víctimas de palabrerías y promesas de campaña que jamás se cumplen. Y eso sí, contratos jugosos para los politiqueros de turno, que se intercambian por votos y que se roban lo suyo.

Esto merecería una marcha. Todos los colombianos deberíamos protestar, pero a nadie le importa. Uno, dos titulares en los periódicos, y luego todo sigue igual, mientras se cierran casas comunitarias. Me refiero puntualmente a la que dirigía la hermana Alba Stella Barreto en Cali, por equivocaciones de formato, y otras que funcionaban perfectamente, pero no pertenecían a la rosca. Y así es a lo largo y ancho de todo el país.

Aprovecho, como vallecaucana, para preguntarle a la gobernadora Dilian Francisca Toro, quien quiere hacer las cosas bien, si piensa reaccionar al respecto, pues es de todos sabido que el ICBF en el Valle es una cuota política o fortín muy importante para ella. ¿Se atreverá a tocarlo? ¿Enmendará el despelote y todas las irregularidades? ¿O le importará un comino que los niños sigan siendo las víctimas inocentes de la voracidad política?

¿Al Gobierno Nacional no se le ha ocurrido que la paz se gesta desde la primera infancia?

Posdata: Los niños no votan... ¡pero existen!

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar