Quien no cuida el tonito descuida la vida

Luis Carlos Reyes
19 de enero de 2017 - 02:00 a. m.

La decisión del juez Carlos Alberto López López de ordenar el reintegro de la escritora Carolina Sanín a la Universidad de los Andes es la correcta.

Hace bien el juez Carlos Alberto López López al ver más allá de los factores de distracción del caso particular de Sanín – es decir, si la antipatía que hay hacia ella es razonable o no – y concentrarse en que cuando se violó su derecho de libertad de expresión en el medio universitario se amenazó ese mismo derecho para todos los académicos colombianos. Está en lo correcto al no tratar como obligaciones ciudadanas ni el cuidar el tonito, ni el ser simpático ni el ser un tipazo (¿por qué nunca se habla de tipazas?) cuando se ejercen estas libertades.

Si una institución quiere existir ante la ley como universidad debe actuar como tal. López reitera algo ya decidido por la Corte Constitucional, que “más que en cualquier otra esfera de actividad social, en la Universidad, por su naturaleza y misión, está prohibida la censura. Por lo cual, en el plano del derecho constitucional fundamental del que se trata, tampoco es viable el uso de mecanismos contractuales para constreñir la libre opinión o sus manifestaciones externas. No es posible al patrono – en este caso la Universidad – delimitar, mediante convenio con el trabajador – en este caso el docente – el ejercicio de las libertades básicas que le son propias”

No sobra explicar por qué esto debe ser así. La razón es que casi cualquier opinión fuerte le va a parecer irrespetuosa a alguien, y si hay que asegurarse de que todo el mundo se sienta “respetado”, el orden social podrido que tenemos nunca se va a caer. Se necesita que quienes trabajan reflexionando sobre la sociedad – y sobre la naturaleza, el arte y otros ámbitos académicos – puedan decir lo que piensan en el tono que consideren conveniente, incluso sobre la Universidad misma.

Yo no escribo “groserías” como las que le critican a Sanín, pero eso no ha impedido que amigos bienintencionados me digan cosas como “Luis Carlos, bájale al tono.

Mejor no uses nombres propios sino más bien habla de “terratenientes”. Recuerda que ya no estás en Estados Unidos y acá por decir cosas de esas lo matan a uno”; ó “Profe, tenga cuidado con lo que dice, que esa gente de la que está hablando es mala”. Ojalá en Colombia las consecuencias de herir susceptibilidades se limitaran a perder el trabajo. En nuestro país, quien no cuida el tonito descuida la vida.

El temor se puede imponer pero el respeto sólo se puede infundir. Ni siquiera los papás pueden, en últimas, imponer respeto. Cuando los niños crecen, los papás tiránicos pierden su poder y los respetables su fuerza. Los tiránicos se desvanecen en un olvido triste, mientras que los respetables tienen poder en su debilidad: son consejeros y son amigos, así ya no sean patrones. De esta manera, una sociedad donde “respetico, mijo” no es una exhortación sino una amenaza todavía no ha crecido. Quizá algún día decidamos abolir el patriarcado. Pero, por ahora, con que como sociedad dejemos atrás la niñez va a ser suficiente logro. La decisión del juez López es acertada y le da estatura a Colombia y  a su academia.

Luis Carlos Reyes, Ph.D., Profesor del Departamento de Economía, Universidad Javeriana

Twitter: @luiscrh

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