Quiero entregarme todita completa, pero en Varsovia, con un corazón conservado en coñac

Enrique Aparicio
11 de octubre de 2015 - 02:20 a. m.

Me cité con mi amante en el cafecito de siempre, en el Burgerzaken. Pedimos lo usual: dos expresos. De pronto se mordió el labio y me dijo:

- Necesito amarte en Varsovia.

- ¿En Var……?

-Sí, sí, en la capital de Polonia.

Solo pensé: esto me va a costar una plata y además como gerente de una floristería en el centro de Ámsterdam la situación no va a ser fácil. No me atreví a verbalizar el pensamiento de ¿por qué en Varsovia lo de la entrega todita, cuando a 10 minutos en bici teníamos mi apartamento? Va y se echara para atrás.

El tema se prestaba para problemas. Mi jefe, Don Eusebio, es un viejo gruñón, catalán –nada contra los catalanes y su independencia– y chapado a la antigua. Está convencido que la esclavitud no se ha abolido y nos hace trabajar los sábados y los domingos. En forma tímida le dije a mi amada que debía inventar una disculpa y dada esa mente febril que tenía me podía dar una ayudita.

-Comencé con darle unas puntadas: le diré a Don Euse que tengo amigdalitis.

-Por favor Aparicio, eres tan dominante que ninguna de tus amígdalas ha osado cuestionar tu autoridad.

-Puedo decir que estoy depre.

-Eso ni yo te lo creería. La depresión no hace parte de tu psiquis.

-Ya sé —dije como si se me hubiera aparecido la virgen—, le diré que me caí por las escaleras y estoy esperando el resultado del médico para saber si tengo alguna vertebra chueca y la eventual parálisis total.

Cuando le dije al jefe con voz quejumbrosa que no podía ir ni el viernes ni el sábado dado el accidente, me aclaró que si el lunes no me presentaba en el trabajo así fuera en silla de ruedas, podrá ir pensando en poner un puesto de venta de churros en el centro de Ámsterdam. Como los holandeses no comen churros, sino eventualmente las holandesas, me iba a morir de hambre.

La suerte estaba echada, el lunes tendría que explicar en el trabajo que el mejor cirujano de Ámsterdam en materia de columna vertebral me anunció que no quedaría paralizado para gloria mía.

Nos fuimos para el aeropuerto. Desde que nos vimos empezamos a besarnos con lengua y todo.

-Mira no te mandes, no vamos a hacer el amor en pleno vuelo.

-Eso no tiene nada de malo.

-Aparicio, con esa frase de que “eso no tiene nada de malo”, me has a puesto a hacer muchas cosas y cada vez que me la dices, me pongo colorada. Se te da la mano y quieres coger todo el brazo ¿qué pasa contigo?

Pedí disculpas, casi se me salió una lágrima por el ojo izquierdo, cuando el capitán del avión de KLM anunció: “En 15 minutos estaremos aterrizando en el aeropuerto Chopin de Varsovia, tiempo perfecto, 19 grados. Que tengan una excelente visita en esta bella ciudad”.

Pero ella tenía algo muy claro en la cabeza y cuando le da por esas estoy frito. La frase la soltó antes que el avión tocara tierra. Fue rápida, imperativa, sin dar oportunidad a discusión:

-Quieroiraverelcorazónconservadoencoñac.

Respiré profundo varias veces, entendí que la entrega todita tenía su zancadillazo intelectual.

-Bueno seamos claros. ¿Me puedes decir con más tranquilidad qué tienes en mente?

-Quiero ver el sitio y conocer bien la leyenda del corazón de ese gran concertista polaco que murió a los 39 años. Según dicen, su corazón está conservado en coñac en la iglesia de la Santa Cruz.

Me habló, esta vez muy despacio, como si le estuviera hablando a un gringo que no entiende bien el español.

La capital de Polonia estaba hermosa. Destruida durante la Segunda Guerra Mundial, fue reconstruida fielmente. Limpia, con sus calles del centro histórico donde a lado y lado había historia.

Completemos el cuento del corazón en coñac. Federico Chopin (Varsovia 1810 - París 1849) murió en la capital francesa a los 39 años, pero antes le dijo a su hermana que su corazón debería ser conservado en su ciudad natal. Información bastante fidedigna describe que la hermana de Federico logró, en conjunto con el médico que atendió sus últimos días, escabullir a Varsovia el corazón –y para conservarlo lo envasaron en el licor ya mencionado- mientras su cuerpo fue enterrado en el principal cementerio de París.

-Estas preocupada por otros corazones y ¿el mío qué?

-No seas celoso, el tuyo no está conservado en coñac sino en mis abrazos.

Esas frases salvadoras de mi amante.

En el You Tube que tomé podrán ver la bellísima iglesia de la Santa Cruz y el sitio donde se supone que está conservado el corazón de nuestro compositor de las polonesas y muchas obras más.

Que tengan un domingo amable.

 

 

 

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