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Sade o el lado oscuro del deseo

Alberto Medina
15 de noviembre de 2015 - 06:33 p. m.

El grabado donde se ve a Napoleón lanzando a la chimenea de su casa el libro Justine del Marqués de Sade es la mejor manera de entender lo que puede producir ese texto en un lector. Antes de ponerlo a arder en el fuego, el gobernante francés lo descalificó con estas palabras: “Es el libro más abominable jamás engendrado por la imaginación más depravada”.

Donatien Alphonse François de Sade puso el placer a convivir con el dolor, en una especie de terror sexual en el que el goce sólo es posible si está acompañado de sufrimiento. Justine, una adolescente que busca preservar la virtud, sólo encuentra en el mundo vejámenes y abusos de libertinos que sacian en ella sus desbordados apetitos sexuales sin importar el sufrimiento que le producen.

La filosofía del autor, cuya regla central consiste en que la agresión es el eje de las relaciones humanas, queda dibujada en la justificación que un libertino le da a Justine luego de someterla a todas sus aberraciones. Compara su forma de actuar con la de los hombres que se congregan alrededor del patíbulo para ver la muerte de otros: “ve hacia la plaza pública la próxima vez que se realice una ejecución, y mira a los ojos de los ciudadanos que estén allí reunidos. El crimen desnudo es algo que los hace gozar. Es su vida, su sustento, su deleite…”.

Dos libertinos declarados, el padre y un tío, fueron las figuras más importantes en la infancia y adolescencia del marqués. Con ese mal ejemplo, su vida, desde los 23 años, transcurrió entre el escándalo, la cárcel y el manicomio. La primera noticia de su desordenada existencia la dio cuando sodomizó a una criada enferma.

Los textos de Sade tenían una difícil misión en la historia: sobrevivir a las imposiciones de la moral. Eugenia, la protagonista de Filosofía en el tocador, es pervertida en su adolescencia por instructores libertinos y llega a ser peor que sus verdugos. Ella es la demostración de que con el marqués lo más puro se contamina. Eugenia significa mujer de noble nacimiento, pero hasta eso debe ser destruido por el libertino, y debe ser usado para invitar a la perdición de los sentidos: “escuchad sólo esas deliciosas pasiones, cuyo órgano es el único que os conducirá a la felicidad”.

El cine recreó la vida de Sade en Letras prohibidas. Allí se ve cómo logra filtrar los textos que horrorizarían a Napoleón. Justine ardió en llamas por orden del emperador, pero los libreros guardaron una copia porque preferían poner en riesgo su pellejo en la guillotina que arriesgar un rentable negocio.

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