Salidas de emergencia

Ana María Cano Posada
11 de marzo de 2016 - 02:59 a. m.

Ante los hechos cumplidos nos damos cuenta de cuánto estaba oculto y durante cuánto tiempo. Quedan a la vista en el último minuto los guardados y los enredos, al borde del abismo cuando no hay vuelta atrás.

Nos es esquiva la previsión como un exceso de anticipación y preferimos esperar a que el golpe avise. Por eso es raro encontrar quién se haga responsable de lo que pasa en asuntos públicos, o se haga cargo de lo que hace, o mida las consecuencias antes de actuar por impulso para arrastrar lo que sea por delante.

Un asunto de irresponsabilidad amenaza el pulso del país que produce. La emergencia energética por el Fenómeno del Niño (cuarto evento desde los años 90 y el más drástico), sequía extensa e intensa pronosticada desde el año pasado que radiografía cómo quedan destapados aquí entuertos de vieja data. Cuando ya se agotaron los recursos de agua y de gas, sale al público una red de complicidades y desgobiernos de entidades generadoras, reguladoras, juntas, comisiones, gremios, agencias, superintendencias y cuanta figura jurídica cabe, hasta volver imposible distinguir las responsabilidades compartidas, los cargos por confiabilidad, las tarifas, las interconexiones, las fallas, los mantenimientos, los sobrecostos: un trabalenguas.

El Gobierno nacional mira desde un balcón y da órdenes con un megáfono para hacerse cargo a última hora de esta sala de cuidados intensivos. La academia avisó con anticipación que los cálculos de la capacidad generadora de energía hidroeléctrica nacional podían estar equivocados porque la sedimentación de los embalses no es contemplada, según Juan Darío Restrepo, experto de la Universidad EAFIT, pero la tensión del sistema espera al punto de no retorno para que se ventilen las cosas.

Tras la cadena de imprevisiones e irresponsabilidades, termina por caer el ministro de Minas, ya investigado de antes por un contrato de medición de opinión con el Gobierno y que debía haber salido desde hacía rato. Santos como un inspector de obra va hasta el embalse de Guatapé (una puesta en escena) y da la orden de que apresuren su arreglo y que bombeen agua a otras represas. Y pide en la noche un ahorro colectivo de 5% de consumo cada día durante dos meses. Racionamiento o apagón... Todos hacen malabares. La salida de emergencia es la única que conocemos.

Y otra irresponsabilidad de las que nos son familiares en esta crisis. Cuando los sobrecostos de la Refinería de Cartagena, Reficar, los destapan a último minuto como un engaño de nueve años al que el país fue sometido por contratistas que terminaron endosándole la imprevisión de cuatro mil millones de dólares que terminaremos pagando aquí en cabeza de Ecopetrol. Esta empresa que hace parte de las primeras 50 petroleras del mundo y que arrojó esos mismos cuatro mil millones de dólares en pérdidas el año pasado. Cuándo van a quedar claras las responsabilidades de esa descomunal improvisación si los hechos están cumplidos.

La irresponsabilidad todo lo abarca. La oposición política espera a que el proceso de negociación esté a punto de firmarse para sacar al país a la calle en contra de este propósito común, para que se devuelva atrás lo alcanzado. Arrastrarnos de nuevo a la guerra y a la polarización a este país atrasado por la improvisación, la irresponsabilidad y las armas.

Este es un conocido método efectista: sacar algo al vuelo para no hacerse cargo en serio de los males que nos aquejan y estancarnos en esta condición de improvisadores natos.

 

 

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