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Trump va a ganar

Jorge Gómez Pinilla
21 de septiembre de 2016 - 02:14 a. m.

Puedo estar equivocado –y espero estarlo, por supuesto- pero todo indica que el próximo presidente de Estados Unidos será Donald John Trump.

Acostumbro apostarle a pronosticar ciertos sucesos con base en la información existente y, modestia aparte, no me ha ido tan mal. En el caso que nos ocupa, son varios los elementos de análisis que confluyen para haber llegado a la conclusión que a manera de hipótesis aquí me permito aventurar.

Factor novedad: Estados Unidos es la sociedad de consumo por excelencia. El chip que tiene incorporado a su cerebro todo consumista es que hay que estar cambiando, renovando, botando lo que no sirve y reponiéndolo por algo nuevo. Hillary ya acompañó a su esposo ocho años y cuatro a Barack Obama como Secretaria de Estado. En ese recorrido acumuló dos sonados escándalos, uno por los escarceos ‘lingüísticos’ de Bill con la becaria Mónica Lewinsky (en el que Hillary se portó a la altura) y otro por cuenta del mal uso que ella le  dio a su cuenta de correo personal, desde la cual trataba asuntos de Estado. Trump es la novedad y pese a los descaches que ha tenido por bocón –que ha ido corrigiendo- llega de estrene en lo de administrar un poder político. Eso no es garantía de que no vaya a armar un despiporre de padre y señor mío, pero es irrefutable que allá prefieren lo nuevo a lo trajinado.

Factor imagen: Trump acaba de ser sometido a alineación, balanceo y ‘polichada’ de su imagen (reingeniería que llaman) y su reaparición fue como protagonista del prime time televisivo The Tonight Show, donde Jimmy Fallon le preguntó si podía despeinarlo para confirmar lo del supuesto peluquín que usaba, y el magnate accedió de muy buen humor. Todo el país lo vio ya no beligerante o regañón sino muy tranquilo, relajado, dicharachero, en contraste con la imagen de una Hillary descompuesta en el aniversario del 11 de Septiembre, a punto del desmayo y aferrada a los escoltas que la introducen apresuradamente a su vehículo.

Factor salud: Ligado a los dos factores anteriores, el episodio del 11-S puso a los gringos a pensar en el dudoso estado de salud de Hillary. A sus 69 años acusa un desgaste que al parecer se remonta a un accidente de hace cuatro años, cuando tuvo un desmayo y se dio un golpe tan fuerte en la cabeza, que duró varios meses en recuperación. Si el Tiempo de Obsolescencia Programada (TOP) con el que hoy fabrican los productos de consumo masivo se aplicara también a las personas, podría pensarse que ese tramacazo contribuyó a recortarle su TOP. Trump tiene un año más de edad que su rival, es cierto, pero luce más vigoroso que ella.

Factor dinero: Estoy convencido de que debió presentarse alguna transacción económica de fuerte cuño para que Donald Trump hubiera tenido –y disfrutado- la desfachatez de hacerse invitar por el mismísimo presidente de los mexicanos a los que había insultado, y sin disculparse ni retractarse espetarle a Enrique Peña Nieto en el emblemático Palacio de los Pinos que EEUU tiene derecho a construir un muro fronterizo, y viajar esa misma tarde a Phoenix (Arizona) a decir que “México no lo sabe aún, pero pagará el muro al 100 por ciento”, con lo cual acabó de regodearse en la humillación que le propinó al anfitrión que lo había recibido horas antes.

Factor imbecilidad: Circula por Internet una máxima de gran valor que dice así: “nunca discutas con un imbécil. Él te llevará a su nivel y, ya allí, te ganará por experiencia”. Partiendo de reconocer que Trump no es propiamente un imbécil, sí ha logrado rebajar la discusión a un nivel simplista, de fácil acogida entre las masas, mostrándose como el valeroso cowboy que resuelve entuertos imponiendo el uso de la fuerza sobre la razón, mientras ridiculiza a sus oponentes con expresiones bufonescas que convierten la arena política en un tinglado y son del gusto de los imbéciles. O como decía Facundo Cabral: “Los pendejos al ser mayoría son peligrosos, porque pueden elegir presidente.”

Factor curiosidad: ¿Qué le pasaría al país más mejor armado del planeta –y de carambola al ídem- bajo la conducción del impulsivo, ardoroso, sanguíneo, entusiasta, emocional, terco, vehemente y arrebatado Donald Trump? Un eventual gobierno de Hillary Clinton no revestiría mayor novedad, sería más de lo mismo tras la era Obama, mientras que a mucha gente le debe picar la curiosidad sobre lo que podría ocurrir con Trump, y saben que el único modo de resolver la incógnita es votando por él… 

Factor judío: Son conocidas las excelentes relaciones que maneja Hillary Clinton con la comunidad judía, y esto obra a su favor, pero así no lo expresen de labios para afuera, los judíos se sentirían mejor respaldados por Donald Trump en su enfrentamiento con el pueblo palestino. Él va es de frente, sin contemplaciones, a las Trump-adas.

Factor sorpresa: Bastará con que ocurra algo inesperado como otro ataque de Al Qaeda sobre EEUU (acaba de haber en NY una explosión sin víctimas fatales) o una nueva recaída en la salud de Hillary para que el miedo al terrorismo o a lo impredecible voltee la balanza a favor del machote Trump, a quien acudirían los norteamericanos angustiados en busca de la seguridad que no les garantizaría la bienintencionada –y con mayor experticia- pero enfermita dama. Cuando el orgullo nacional está golpeado, el pueblo se refugia en el que está más bravo. Remember Hitler. Y…

DE REMATE: En relación con la noticia según la cual Álvaro Uribe y Andrés Pastrana rogaron a gobernantes del mundo NO asistir a la firma de la paz, publiqué esto en mi muro de Facebook: “Me habían hablado de polímeros lixiviados en la basura, pero no de políticos moralmente lisiados que son una basura”. Dos exmandatarios que interfieren a más no poder en la política venezolana, hoy ruegan a otros mandatarios para que no se les metan al rancho de su campaña. ¿Existe alguna definición para eso? Ah, sí: sepulcros blanqueados.

En Twitter: @Jorgomezpinilla
http://jorgegomezpinilla.blogspot.com.co/

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