¿Una guerra aún latente?

Columnista invitado EE
08 de septiembre de 2016 - 03:00 a. m.

Dos comunidades étnicas en Sri Lanka: los cingaleses, mayoritarios, principalmente budistas y en el poder desde la independencia (1948). Los tamiles, el mayor grupo minoritario, hinduista, despojados de varios derechos fundamentales (el cingalés y el budismo fueron hasta hace poco la lengua y la religión oficiales); de tiempo atrás reclaman su autonomía en el nordeste del país y desde 1983 se alzaron en armas. Dos anhelos nacionalistas y dos cosmovisiones enfrentadas.

De los tamiles, que en los años 50 reclamaban sus derechos mediante acciones no violentas, surge en los 80 el grupo armado Tigres de Liberación del Eelam Tamil (LTTE, por sus siglas en inglés).

Los partidos de gobierno (cingaleses), con independencia de su orientación política (socialista o conservadora), fueron reacios a negociar acuerdos a pesar de cuatro intentos adelantados. Sin un espacio de confianza se radicalizaron el LTTE y las pretensiones nacionalistas de ambas partes, con el consecuente escalamiento del conflicto.

Otro fracaso en 2002: violación del cese al fuego pactado y nuevos acercamientos frustrados. Termina la guerra con el “triunfo” militar del presidente Rajapaksa contra el LTTE y la muerte de su líder en 2009. Rajapaksa declararía exultante ser el primer país en erradicar el terrorismo (el LTTE estaba en la lista de grupos terroristas de los Estados Unidos).

Un informe del International Crisis Group –2011– muestra un incremento de las violaciones bilaterales al DIH durante la última etapa de la guerra: Reclutamiento de niños y secuestros del LTTE; ejecuciones extrajudiciales del Gobierno –pendientes de investigación–; cerca de 40.000 muertos entre 2008 y 2009, en su mayoría tamiles.

Las razones del conflicto siguen latentes. No obstante las mejoras frente a los hechos de violencia después del 2009, persisten el gobierno autoritario, la exclusión social y política de los tamiles y el escaso reconocimiento de sus derechos.

Lyin Pascoe, subsecretario de Naciones Unidas, de visita en 2010, encontró rabia y resentimiento contra el gobierno entre la población desplazada; concluyó: “una solución militar sin atender las raíces políticas subyacentes a la guerra, es una receta potencial para un futuro conflicto”.

¿Cumplirá el presidente Sirisena la fallida promesa de reconciliación de su antecesor?

* Profesor Asociado, Universidad Nacional de Colombia.

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