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Usted también sabe perdonar

Luis Peña
28 de septiembre de 2016 - 09:58 p. m.

Querido padre, yo sé que la firma del acuerdo de paz le produce mucha rabia y por eso mi felicidad no está completa. No voy pedirle que esté optimista.

Tampoco voy a pensar que usted es un desalmado por estar escéptico. Lo entiendo. Usted conoce bien a las FARC porque cuando llegaron, arrasaron con toda una generación de jóvenes. Muchos de ellos se convirtieron en extorsionistas y humillaron a sus antiguos vecinos. Otros huyeron. Casi todos han muerto ahora.

Usted tuvo que ver la mirada de los secuestrados que la guerrilla llevaba encadenados a las frías montañas. O tuvo que ver a tres mujeres cavando sus propias tumbas y escuchar de lejos los tiros de su ejecución.  ¿Cómo voy a pedirle que piense diferente? Pero, aun así, usted también me dio una lección de perdón imborrable.

Recuerdo cuando a media noche un grupo de gente armada lo despertó para entregarle la vida de ese guerrillero que lo extorsionaba. ¡Mátelo, aquí tiene el arma!, le dijeron. Y usted dijo, con todo el miedo y toda la determinación: “prefiero que me maten a mí, antes de asesinar a este muchacho”. Usted no sabe lo que eso significó para mí.

Con ese acto de valentía usted me enseñó que el perdón no es una facultad divina, sino que es una capacidad de los seres humanos, no para alcanzar la salvación después de la muerte, sino para seguir adelante en esta vida; para proteger la integridad de los suyos en esta tierra. Usted puso en evidencia que perdonar es un acto político, en el sentido más alto del término, es decir, que es algo entre personas que se reconocen en el otro aunque sea por un momento. No se trataba de un acto de amor, ni de compasión, se trataba de acto de respeto, de un acto en el que entendió la biografía de ese muchacho humillador. De paso me enseñó que el respeto no es tener una valoración positiva de alguien sino verlo como una persona de la comunidad, llena de contradicciones.

Usted también me enseñó que la venganza es un acto para permanecer ligado al pasado y que, por el contrario, el perdón pretende finalizar algo o introducir algo nuevo en el mundo. Me enseñó que la venganza no genera libertad y que el perdón es una acción audaz para deshacer las formas de actuar dentro de la guerra, para buscar un nuevo comienzo allí donde todo parecería estar estancado. Esa noche, usted me enseñó que el perdón es el remedio contra la irreversibilidad y que no es un acto egoísta sino que está dirigido hacia los otros. También que el perdón no es igual al olvido, sino que sirve para restaurar la capacidad de seguir adelante. ¡Que lección de filosofía politica!

 

PhD en Geografía social
Email: lberneth@gmail.com

 

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