Vanidades que matan

¡Vanidad de vanidades, Oh vanidad! Otra persona acaba de fallecer víctima de un paquete de cirugías que se hizo practicar, viniéndose de su natal Suecia a una clínica de esas que se autodenominan de buena vida, pero que en el fondo son de mala muerte.

Lipoescultura, abdominoplastia, reparación de hernia umbilical y lipoinyección de glúteos —todas al tiempo— le causaron un paro respiratorio, debido entre otras cosas a que estuvo en el quirófano por mas de cinco horas. Pero lo mejor del cuento es que no se trató de una sueca sino de un ciudadano oriundo de ese país, don Erik Esaias Costa, quien a sus 64 primaveras decidió venir hasta Cali para que, entre otras cosas, le pusieran nalgas.

Con Erik van cuatro extranjeros que han fallecido este año, víctimas de cirugías “vanidoplásticas” en esta ciudad del demonio, el mundo y la carne —como eufemísticamente suelen llamar a nuestra querida Cali—. La primera fue María Fernanda Pérez, de 26 años, que vivía en los Usas. Luego, la parca se llevó a Benilda Astaiza, chilena de 64 abriles. Después a un gringo sin identificar de 44 años que se hizo practicar una lipoescultura. Antier, el ya tantas veces mencionado Erik Esaias, y faltan datos de otros municipios.

En el Valle del Cauca hay más de 70 establecimientos que pueden practicar cirugías estéticas, de los cuales 56 están ubicados en Cali, y el año pasado se cerraron 20 por no cumplir los requisitos de ley.

O sea que el negocio es más que lucrativo y ni los controles más estrictos han sido capaces de poner en cintura lo que en muchos casos son garajes con quirófanos, y todo por cuenta de la bendita —¿o maldita?— vanidad.

Y es que eso de viajar desde Suecia a “ennalgarse” y hacerse practicar otras reparaciones locativas tiene que ser muy atractivo o qué sé yo la palabra indicada. El hecho es que, y como dice la canción, “Vanidad, por tu culpa he perdido un amor, vanidad, que no puedo olvidar”.