Fue necesario que cayera el crecimiento y la inflación siguiera imparable para que el Banco de la República detuviera la inútil y recesiva alza en las tasas de interés.
La cifra de crecimiento de la economía en el segundo semestre, 2.0% nos “aterrizó”. Las perspectivas para 2016 se sitúan ahora entre 2% y 2.5%, debajo de lo que estimábamos al comenzar el año cuando ya se había sentido en profundidad la caída en los precios del petróleo; mientras tanto, la inflación de julio fue de 0.52%, la más alta del milenio, llegando la cifra anual hasta 8.97%.
Recién ahora el Banco dejó de subir las tasas. El remedio no sirvió pero afectó negativamente el crecimiento de la economía, como advertíamos en febrero desde esta columna cuando afirmábamos que “Llama la atención que miembros de la Junta Directiva del Banco recomienden seguir subiendo intereses hasta 7,0-7,5%, antes de que ese aumento consiga el objetivo de restringir la demanda, es decir, estrangular el crecimiento de la economía con consecuencias nefastas. De acuerdo con su criterio, con una economía desacelerada no hará sentido subir las tasas, pero sí lo hace, según ellos, inducir ahora la desaceleración (?).”
Se sabía que la inflación no reaccionaría a las tasas de interés: la devaluación, que encareció productos y materias primas importadas y los paros, agrarios y camionero, hicieron lo suyo. Al restringir la demanda nos acercamos a un escenario peor: inflación y reducción del crecimiento, una vía a la estanflación. Al tratar de explicar la situación las directivas del Banco han manifestado que se trata de distorsiones temporales (niño, cosechas etc.) que se deben corregir en el segundo semestre. Pero, si ello es así, ¿por qué confiaron hasta ahora en el efecto anti inflacionario de subir las tasas? Difícil de entender. Existió, cuando menos, falta de sincronismo entre gobierno y junta directiva del Banco.
A estas alturas detener la subida no parece suficiente para responder al escenario que se ve venir. El recorte de inversión, por parte del gobierno, y la inminente reforma tributaria completan un horizonte que será más complejo con las necesidades que suponen los acuerdos con las FARC. ¿De dónde saldrá la plata?
El gobierno está esperando que pase el plebiscito para presentar la reforma tributaria, pensando que hacerlo antes puede fortalecer el no. Las encuestas, sin embargo, muestran otra cosa: Invamer (67.5-32.5), Datexco (59.5-33.2) y Cifras y Conceptos(62-28) coinciden, ahora que tienen muestras y metodologías similares, en que el sí ganará a pesar de la calificación negativa a la gestión del gobierno. Lo mismo pasaría con la reforma tributaria: nadie la desea pero no tiene que ver con la aprobación de los acuerdos. En cambio se perderá un tiempo importante en lo que podemos hacer para resolver el déficit fiscal: aumentar impuestos; modificar la regla fiscal, o una combinación de las dos, el escenario más factible. Un mayor dinamismo de la economía, con mejores recaudos, no se observa a corto plazo.
Al ubicarse el déficit de 2015 en 3.73% del PIB (inferior al de España, Reino Unido y Estados Unidos, por ejemplo), la regla fiscal obliga a medidas que serían, aún, más recesivas. El gobierno no puede dejar de invertir, aunque deba modificar la regla, teniendo en cuenta que son importantes unas finanzas saludables pero lo es más el bienestar de la gente. Recesión significa desempleo; reducción de la inversión y pérdida de más empleos. Tenemos una situación extraordinaria que requiere medidas excepcionales. El gobierno, este o cualquiera, no puede “sentarse a esperar”, ni renunciar a la formidable herramienta de la inversión pública cuando la recesión asecha.
Por eso debería presentar, antes de la reforma tributaria, un proyecto para morigerar la Ley 1473/ 2011 que puso una camisa de fuerza a su capacidad de intervenir cuando las circunstancias, como ahora, lo ameritan. Por su parte el Banco, que ahora “reconoce” su equivocación, debería bajar rápidamente la tasa de interés antes de que tengamos más estragos.