En junio del año pasado Matilde de los Milagros Londoño y yo publicamos el reportaje “Ocho denuncias de acoso y abuso sexual contra Ciro Guerra”. Guerra eligió no tomar el espacio que le dimos en nuestra entrevista para explicar los hechos y prefirió acosarnos judicialmente. Por un lado, interpuso una denuncia penal por la que fuimos llamadas a interrogatorio en septiembre de 2020 y de la que aún no sabemos si la Fiscalía imputará cargos. Luego presentó una demanda civil en nuestra contra exigiendo sumas millonarias y que nunca más volviéramos a mencionar su nombre. Y también puso dos veces la misma tutela en contra nuestra. La primera vez perdió en ambas instancias, pero luego la retiró sin dejar que siguiera su curso y la volvió a interponer. Esta vez el fallo nos ordenó ampliar la información que dimos en las primeras ocho denuncias. En cumplimiento del fallo publicamos el miércoles en la revista Volcánicas una entrega extendida del artículo, en donde hacemos público nuestro proceso de verificación para las denuncias que hicimos el año pasado e incluimos un testimonio más, relatando hechos de acoso sexual en París.
Dice el abogado experto en libertad de expresión Emmanuel Vargas Penagos que “el acoso judicial ocurre cuando se demanda o denuncia a un periodista o medio de comunicación, con argumentos probablemente infundados, con la esperanza de que la amenaza genere autocensura y silenciamiento. Usualmente lo usan personas poderosas como arma de intimidación”. Vargas agrega que esta forma de acoso judicial, en el contexto de la violencia sexual, “conduce a espacios de silencio, donde priman los miedos a la estigmatización y al rechazo de las víctimas. En fenómenos tan complejos como el acoso basado en género, es importante que se hable de las maneras en que ocurre; mientras exista mayor libertad de expresión, se ayudará a visibilizarlo y acabarlo”.
Cumplimos el fallo. Pero hacerlo fue revictimizante para las denunciantes pues sus testimonios detallados no fueron suficientes. En la versión extendida, esta vez con 20 fuentes, quisimos darles un espacio a las denunciantes para contar cómo las hace sentir el fallo. “Yo leí todo, cada uno de sus comentarios crueles, leí las historias de todas esas personas de la industria que cuestionaban la gravedad de lo que me pasó, y entendí que Colombia es un país que sufre una terrible enfermedad que les afecta la empatía. Si esto les hubiera pasado a sus hermanas, novias o hijas, ¿sería diferente la historia? ¿Les seguiría pareciendo exagerada?”, dijo Beatriz. “¿Cómo es posible que haya pasado tantas otras veces a distintas personas a lo largo del tiempo y que mucha gente sepa y nadie haga nada? ¿Por qué? ¿Porque estamos hablando del ‘cineasta más grande de Colombia’? ¿Eso le da derecho a abusar física y/o sexualmente de alguien? ¿Su talento basta para que todo un gremio lo defienda ante un abuso?”, dijo Daniela. “Buscar hacerlo público fue nuestra manera de parar a Ciro, porque sabíamos que seguía buscando mujeres, muchas actrices, para hacerles lo que nos hizo a nosotras”, dijo Eliana.
Entendemos que Guerra acuda al sistema judicial, pues es su derecho. Pero nuestro trabajo periodístico, que verificamos con rigor, sirve para construir un espacio seguro donde las mujeres puedan usar su voz y, en este caso, para que quienes valientemente han decidido contar sus historias de violencia puedan seguir haciéndolo. El acoso sexual tiene efectos estructurales en la manera en que funciona nuestra sociedad, por eso es importante que discutamos cómo ocurre. El acoso y las agresiones sexuales, en general, son resultado de situaciones de abuso de poder y, en esa medida, no solo son formas de violencia y objeto de interés público, sino también un tema obligatorio para el periodismo, que tiene como función primordial interpelar al poder.