El país de las maravillas

¿Otra vez ignorados?

Mario Morales
25 de abril de 2018 - 03:00 a. m.

Nada desalienta tanto como el transcurrir de los días sin que Gobierno y Fuerzas Armadas puedan controlar el paro armado en el Catatumbo. Esa sensación de impotencia, que nos devuelve al pasado de un Estado incapaz de ejercer soberanía en su territorio, se transforma en derrotismo cuando hay que clamar tregua de los armados ilegales para que haya abastecimiento a ciudadanos de 11 municipios incomunicados, víctimas inermes, como siempre.

Ese relato dramático contradice los cantos de victoria de quienes ahora, buscando recobrar el poder por interpuesta persona, se ufanan de haber pacificado al país. Pretenden ocultar que esa guerra descerebrada e interminable impidió negociaciones cuando era posible, es decir, cuando las insurgencias eran grupos verticales, con jefes visibles con poder de mando y los unía una doctrina y una disciplina.

Hoy el panorama es desolador. Demuestra que a la hora de las violencias no hay enemigo pequeño y que la desestatización de los territorios desencadenó este big bang de grupúsculos, disidencias, disidencias de las disidencias y “contras” de unos y de otros, que hoy nos tienen contra las cuerdas.

La política obcecada del aplastamiento hoy rinde sus frutos. Las regiones están a expensas de células con subalternos venidos a más que se disputan a sangre y fuego rutas, negocios y cultivos ilegales incluso con quienes fueron sus aliados inveterados. La explosión de guachos, como dice el gobernador de Antioquia, sigue en aumento.

Error grande, por inútil y multiplicador, sería intentar recuperar esos territorios por la vía de la fuerza. El Estado tiene que llegar allí pronto, vestido de institucionalidad e inversión, no solo de verde oliva.

Tuvo que ser el movimiento social el que le diera un ultimátum al Epl para que levantara, así fuera temporalmente, el tal paro, ante la mirada pasiva del Gobierno que solo mes y medio después plantea un plan para solucionar la crisis históricamente olvidada.

Otra vez los ciudadanos tienen la razón. Otra vez piden diálogo antes que fuego… ¿Otra vez los ciudadanos ignorados?

 

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