Pablo Navas descubre a Church

Santiago Montenegro
11 de enero de 2009 - 11:38 p. m.

LA NOVEDAD EDITORIAL DE LAS VAcaciones de fin de año fue El viaje de Frederic Edwin Church por Colombia y Ecuador, abril-octubre de 1853, escrito por Pablo Navas y editado por Villegas, Uniandes y Thomas Greg.

 

Navas descubre a un personaje que entra a formar parte de la lista conocida de viajeros, cronistas y pintores extranjeros que visitaron, recorrieron y dejaron testimonios de Colombia en el siglo XIX.  Los estudiosos del siglo diecinueve saben muy bien lo importantes que han sido esos testimonios para esclarecer nuestra historia. Puede ser que el testimonio de Church se convierta en uno de los más valiosos entre todos ellos. Después de una investigación de ocho años, Navas desvela el viaje a Colombia y Ecuador de quien es considerado —si no el mejor— uno de los mejores pintores norteamericanos del siglo diecinueve. Muestra su pintura, en óleos y decenas de bocetos, de nuestros paisajes, ríos, montañas, edificios públicos y viviendas. Presenta su diario y cartas a sus familiares en las que Church ilustra y reflexiona sobre el país que encontró, sobre sus gentes, sobre su precario sistema de transporte. Sitúa la pintura de Church en el contexto de la pintura norteamericana de su época, no sólo desde un punto de vista plástico, sino también filosófico. Así, discute la poderosa influencia de Alexander von Humboldt sobre la Escuela del Hudson, a la cual Church perteneció y fue su más brillante exponente; sus tensiones con la Escuela del Barbizon y también explora las razones de su decadencia a finales de la década del sesenta.

 Como todos los buenos libros, además de sus numerosos aportes, el de Navas descubre innumerables vetas y sugiere nuevas exploraciones y reflexiones. En las conclusiones, el mismo autor invita a reflexionar sobre la destrucción ecológica que ha experimentado Colombia con relación a la naturaleza que vio y plasmó Church, siendo el mejor ejemplo de dicha catástrofe lo que ha sucedido con el Salto del Tequendama. Por la vía positiva, los gratísimos registros visuales y los textos de este libro me reafirman en la sorprendente capacidad que hemos tenido los colombianos, desde los orígenes de la República, para constituir una nación sobre una de las geografías más abruptas y complejas del planeta. Pese a todos los problemas que teníamos en el siglo diecinueve —y que aún tenemos, más otros nuevos— sobre esa diversidad de regiones, pisos térmicos y culturas que plasmó Church, creamos unas instituciones republicanas y una democracia sin acudir a dictaduras unificadoras, a gendarmes necesarios o a caudillos, como fue la norma en casi todos los países del continente. Ése es un activo que los colombianos tenemos la obligación de preservar.

 Este libro descubre también a Pablo Navas como intelectual. Ingeniero de Cornell, lo conocía como un destacado empresario, sobresaliendo también como gestor y promotor de la excelencia académica en la educación secundaria y como miembro del consejo directivo de la Universidad de los Andes. Pero nunca había publicado un libro. A partir de ahora, Navas se convierte en referencia obligada para los académicos de las artes plásticas, para los estudiosos de la obra de Church —el libro también fue publicado en inglés— y, en general, para los estudiosos de la historia cultural y social del siglo diecinueve en Colombia. Quiero también resaltar la hermosísima edición de Benjamín Villegas. Es un paso más que lo consolida como uno de los mejores editores de América Latina y que deberá abrir otra puerta a la industria editorial colombiana en el mercado de los Estados Unidos.

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