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¿“Pacto nacional” o coaliciones?

Daniel Mera Villamizar
17 de agosto de 2020 - 05:00 a. m.

Es ingenuo pedirle a la izquierda un pacto cuando cree que su racha de victorias los llevará al triunfo electoral en 2022.

Un grupo de académicos e intelectuales sin filiación partidista hizo un documento que analiza si se intensificará la polarización política por la detención preventiva de Álvaro Uribe y termina con “un llamado a todas las fuerzas políticas, económicas y sociales del país para que desarmemos los espíritus y construyamos un pacto nacional consensuado, no excluyente”.

Se ha evocado también el ejemplo de los Pactos de la Moncloa en España, 1977, pero hay una diferencia de naturaleza de la situación entre la transición de la dictadura (de Franco) a la democracia y el momento que vivimos en Colombia. Más o menos la diferencia entre una mayoría de fuerzas comprometidas con el éxito del nuevo régimen y una división aguda de fuerzas en torno al “régimen” o modelo.

Después de haber encontrado Santos la forma de burlar el triunfo del No en el plebiscito de 2016, la izquierda tiene razones para creer que ha ganado (en la Constitución y el andamiaje jurídico-institucional) y está ganando las batallas más importantes (la cultura política, la narrativa) y se apresta a alcanzar la victoria electoral nacional en 2022, sea con Petro o con Fajardo. ¿Por qué habría de firmar un “pacto” para facilitar la permanencia de las élites que quiere derrocar?

El “pacto histórico para la democracia y la vida de Colombia” que propone Petro es alrededor de él y de su visión. Dice que el “aporicidio” (sic), “la muerte premeditada de los pobres, ha existido en el país desde su conquista”. El “pacto histórico” es aceptar su diagnóstico y su receta, porque “será más duro el camino de la confrontación que el del acuerdo”. En síntesis, no es un pacto, sino una rendición.

Por el lado de la centroizquierda, Claudia López está en una competencia encarnizada con el presidente Duque, y Fajardo simplemente busca presentarse como impoluto y distante de la controversia. Las cosas están claras con la oposición en el Congreso, lo que habla bien de la democracia colombiana, y no hay que hacerse ilusiones.

La polarización política versa sobre asuntos difíciles de pactar, varios relacionados con el acuerdo con las Farc, y otros con la política económica. Y para poder hacer un “pacto nacional” se necesitan al menos dos lados definidos. Aquí tenemos un lado consistente, la oposición de izquierda y centroizquierda, y un lado gelatinoso y oportunista, la coalición de gobierno.

Más o menos lo que encontró el politólogo Juan David Velasco al revisar los pronunciamientos de todos los senadores sobre la detención de Uribe: “El 93% de los parlamentarios del Partido Liberal, el 88% de Cambio Radical, y el 77% del Partido de la U y el Partido Conservador se abstuvieron de emitir comunicados, tuits o declaraciones de prensa”, es decir, optaron por el “silencio estratégico”.

Para qué pacto con esa coalición de gobierno, calculará la izquierda, si con cualquier cosa se asusta y carece de consistencia. Así, primero coalición de verdad o que funcione, y después pacto nacional sobre algunos temas. La debilidad no conduce a buenos pactos ni, en general, a nada que valga la pena en política.

El presidente Duque todavía tiene dos años para dejar de legado una coalición que enaltezca la democracia colombiana y no simplemente vea cómo el populismo se toma el poder. Los del “silencio estratégico” entienden de popularidad presidencial, narrativa y discurso, y “garrote” del gobierno. Hay que darles una adecuada combinación de todo eso (incluso a Vargas Lleras) y no quedarse pagando el pecado sin los beneficios.

@DanielMeraV

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