Papá: ¡tengo hambre!

Hernán González Rodríguez
26 de junio de 2020 - 05:00 a. m.

El coronavirus ha destruido las economías y los medios de vida en decenas de países y millones de familias en el mundo, lo cual está deteriorando en forma acelerada las relaciones de numerosos países con China, relaciones ya tensas con países como Estados Unidos, al tiempo que ha dañado sus relaciones con países amigos y avivado las llamas de los nacionalismos.

China ha sido criticada en el orbe por su manejo del virus, en especial, durante el brote inicial. Sí, por sus demoras en advertirle al mundo sobre la letalidad de la epidemia. Esto está llevando a los países con gobiernos prudentes a preguntarse si acaso sus economías no están hoy demasiado afectadas por la competencia tanto legal como ilegal de la China. Colombia ya debería estar preguntándose lo mismo.

Después de una guerra comercial de dos años entre China y EE.UU., la pandemia elevó el enfrentamiento a niveles dramáticos y peligrosos, opinan los expertos. Una encuesta reciente de Pew reveló que el 66% de los estadounidenses tienen una visión desfavorable de China. “Incluso después de que la pandemia haya pasado, persistirán algunos problemas, quizá menos cargados emocionalmente, pero allí estarán de todos modos”.

Coincido con la opinión de Juan Ricardo Ortega en la revista Semana: “Aun cuando histórica y geopolíticamente sigamos bajo la influencia estadounidense, la influencia de China será cada vez mayor. El metro de Bogotá, sus trenes, sus equipos de control y sus sistemas de pago digitales serán chinos. Los celulares inteligentes de bajo costo y las centrales de comunicaciones que los soportan van a tener cada día mayor influencia en nuestras vidas”.

Espero que mis informaciones sean ciertas. En Turbo, en Apartadó y en toda la zona, inversionistas chinos ya son dueños de hoteles y del comercio con la esperanza de ganarse los contratos para los puertos de Antioquia en Urabá.

Hasta la fecha, el dólar estadounidense es la moneda para invertir las reservas de los bancos centrales de casi todos los países. Es la moneda para casi todas las transacciones comerciales. Impedirle a un país poco amistoso la administración de sus dólares por medio del sector financiero del Tío Sam es un arma que no posee ningún otro país.

Apoyo de nuevo la propuesta de Juan Ricardo Ortega: “Si nos coordinamos estratégicamente, esta es la oportunidad para atraer inversiones norteamericanas que van a salir de Asia. Sectores estratégicos como el farmacéutico, las manufacturas de dispositivos médicos, de servicios de salud y programación, podrían ser poderosas fuentes de crecimiento para nuestro país, aunque para atraerlas requiramos garantizarles las seguridades para su propiedad intelectual y frente a la guerra cibernética”.

Y concluimos con Ortega: “Aun cuando histórica y geopolíticamente sigamos bajo la influencia estadounidense, la influencia China será cada vez mayor”.

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