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Para cambiar el mundo desde adentro

Ignacio Zuleta Ll.
19 de diciembre de 2011 - 11:00 p. m.

Para poder escribir una columna de opinión, el columnista debe tener el radar bien encendido, observar y sentir las noticias que sus colegas periodistas investigan, tomarles el pulso a las realidades de su entorno, otear el mundo y escoger un tema.

Pero hay momentos en los que la pasión, que es el principal combustible de la prosa, se agota por cansancio de ver que la labor de informar y de opinar cambia muy poco el curso de los hechos. Las noticias parecen ser la misma, cambian los nombres, los desastres simplemente se desplazan, la corrupción que hoy surge aquí irrumpe mañana en otro lado con la misma virulencia. Profetizar que hay demasiados automóviles en el mundo o que se acaba el agua, que el planeta se calienta o que los ricos son cada vez más ricos, es repetir una verdad que a veces les entra a los lectores por un ojo y sale por el otro sin dejar un rastro. Y uno con ganas de cambiar el mundo…

En realidad, todo trabajo mundano es ilusorio, pero también es inevitable realizarlo. La mente no puede dejar de producir sus pensamientos, ni el columnista puede dejar de expresar sus opiniones, ni es posible sobrevivir sin las acciones cotidianas. Debe haber entonces una manera sana de asumir el karma —entendiendo por karma toda acción, que trae consecuencias, o la ley de la causa y del efecto—. ¿Quizás entonces tienen razón los sabios al decir: “para cambiar el mundo, cámbiate a ti mismo”? La tienen, y les sobra.

La clave para cambiarse desde adentro es la actitud. Cuando el ego se identifica con lo que hace, aparecen los enemigos de la paz interior, que son, en breve, las expectativas y la falsa ilusión de controlar las cosas. Cuando las expectativas son muy grandes (por ejemplo, creer que lo que se diga tiene fuerza perentoria) o si la acción no resulta o presenta inconvenientes, se incrementan el estrés, la ansiedad y la frustración. De la misma manera sucede si creemos que podemos controlar algo en la vida; bastan la enfermedad y la muerte para recordarnos que dependemos de fuerzas superiores. La sabiduría del “Hágase tu voluntad” del cristianismo, o del “Naham Kartá” del hinduismo es por ello liberadora.

En el yoga hay una rama interesante llamada karma yoga. Lejos de involucrar el cuerpo físico, sugiere los principios para actuar en el mundo de manera sana. Entre las actitudes que propone está entregar la voluntad, sin dejar de responder por las acciones: escribo lo mejor que puedo y ofrezco el resultado. Lo segundo, aprender a renunciar a los frutos de la acción: realizo mi trabajo con atenta conciencia, por el trabajo mismo, desinteresadamente y de manera enfocada. Así vive uno despierto en el presente, y la mente enfocada ahorra energías y además evoluciona con ese entrenamiento. Lo siguiente, transformar el trabajo o las acciones en un acto de servicio para otros, ya sean los hijos, los más cercanos o el lector. Este último antídoto además propicia la ley universal de que sólo tengo lo que doy, y entre más doy más tengo.

Esta es una manera de cambiar el mundo si cambio yo primero. El mundo seguirá produciendo noticias horrorosas o excelentes. Pero el karma yoga nos da las herramientas de equilibrio para no sucumbir ni al cinismo ni al estrés.

 

dharmadevaopinion@gmail.com

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