Para escalar un conflicto se necesitan dos

Antieditorial
16 de diciembre de 2018 - 07:35 p. m.

Por Edwin Andrés Martínez Casas*

En su editorial del viernes 14 de diciembre de 2018, el diario El Espectador alerta sobre la presencia de aviones rusos en territorio venezolano, como una clara muestra del interés del Gobierno vecino por escalar un conflicto con Colombia, en el marco de la búsqueda por desviar la atención frente a la grave crisis por la que atraviesa el vecino país.

Candorosamente, dicho editorial carga con toda la responsabilidad al Gobierno vecino, señalando sus inconfesables propósitos y relatando solamente las provocaciones que han venido de su parte; incluso minimiza la importancia de sendas comunicaciones que, en reiteradas ocasiones, ha enviado el Gobierno venezolano para retomar el diálogo, en el marco del mecanismo creado hace varios años para tramitar las crisis de relaciones bilaterales.

¿Acaso no puede hacerse una lectura más crítica del papel del actual Gobierno colombiano en el escalamiento de la confrontación —hasta ahora— diplomática? Olvida El Espectador que recién designado como embajador ante los Estados Unidos, Francisco Santos insistió en reiteradas ocasiones que la vía militar con Venezuela no se podía descartar. De igual forma, el canciller Holmes Trujillo ha hecho declaraciones en el mismo sentido. Y ni qué decir del secretario de la OEA, citado por el editorial como autoridad en materia de prudencia y consistencia, quien en la frontera entre Colombia y Venezuela también señaló que no se podía dejar a un lado la vía militar.

Más allá de que las palabras del presidente Duque intentaran desestimar esta idea, lo cierto es que no es verdad que el Gobierno colombiano haya tenido una posición “clara” respecto a la imposibilidad de una violación a la soberanía del vecino país, ni que el manejo de la situación haya estado guiado por la prudencia, si tenemos en cuenta que varios representantes de la política exterior del Gobierno se caracterizan precisamente por su locuacidad y ligereza a la hora de amenazar al vecino país, para el beneplácito del ala más radical del partido de Gobierno, encabezada por Uribe, el “presidente eterno”.

Mención aparte merece el hecho de que el Gobierno colombiano se negó a firmar la declaración del grupo de Lima, en la que se mostró rechazo “ante cualquier curso de acción o declaración que implique una intervención militar o el ejercicio de la violencia, la amenaza o el uso de la fuerza en Venezuela”. ¿Dónde está entonces la consistencia y prudencia de la posición gubernamental sobre el tema?

Finalmente, si la tesis central del editorial es que el Gobierno venezolano busca escalar el conflicto para desviar la atención de los graves problemas que padece el régimen de Maduro, ¿por qué no pensar que el reciente endurecimiento de la posición del Gobierno Duque frente a Venezuela responde también al propósito de desviar la atención frente a los problemas de credibilidad y favorabilidad por las que atraviesan el presidente y su equipo de Gobierno? La impopularidad es un gran elemento estimulante para la creación de cortinas de humo, con guerras incluidas. El mundo y la historia política de nuestro país están llenos de ejemplos en esa dirección.

*Profesor del programa de Ciencia Política, Universidad del Tolima.

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