Paraguas, condones y tapabocas

Gonzalo Hernández
11 de agosto de 2020 - 05:01 a. m.

La pandemia no solo ha puesto a prueba nuestra frágil infraestructura estatal sino también nuestro tejido social (destejido) y nuestras normas y civismo. El balance no puede hacerse en blanco y negro; pero, así como expresamos que muchas instituciones gubernamentales y privadas han sido incapaces de reaccionar como deberían en una crisis como la actual, muchos ciudadanos tampoco han estado a la altura, individual o colectivamente, de las circunstancias de autocuidado y cuidado de los demás.

Independientemente de las razones que explican ese resultado subóptimo de contribución al bienestar público –muchas de ellas tan estructurales como la deficiente infraestructura hospitalaria–, nunca será tarde para pedir un mayor compromiso ciudadano basado en tres sacrificios poco costosos y con resultados de alto impacto para mitigar el contagio del coronavirus: 1) el uso correcto de un tapabocas, 2) la distancia de al menos dos metros entre dos personas y 3) el lavado frecuente de manos –sí, aún parece que este es un sacrificio para algunos–.

Y no es lo uno o lo otro. Son los tres a la vez los que logran el efecto de hacer más difícil el romper tres palillos juntos que romper los tres palillos por separado.

Quiero recomendarles este video del Public Broadcasting Service (PBS) de los Estados Unidos (se pueden habilitar los subtítulos en español), que me pareció genial. Sé que han vistos miles ya, pero este además de presentar de manera sencilla y muy clara el efecto de los tapabocas y su combinación con el distanciamiento, trata un asunto realmente interesante y menos discutido: la importancia de ajustar nuestro comportamiento y de adoptar medidas que a pesar de ser incómodas son de mucha utilidad práctica.

De hecho, como lo menciona el video, ya la humanidad ha pasado por estas. Hemos adoptado en el pasado cosas que eran poco divertidas, poco habituales y cómodas, pero bastante útiles: paraguas y condones, por ejemplo. Y más allá de discutir sobre la conveniencia de poner la lluvia y el VIH en el mismo costal, o comparar lo poco divertido de usar ambas cosas, lo importante es que el beneficio de usarlas supera el costo, ¿no? No es la primera vez que los humanos tenemos que ajustar nuestras normas para vivir mejor en medio de las nuevas circunstancias que definen nuestro mundo.

En esa tarea de adaptación no están a prueba nuestros rezagos de capital y riqueza frente a las economías avanzadas, sino grados mínimos de sensatez y solidaridad, por favor. ¿Nos va a quedar grande la adopción de la tecnología de bajo costo y alto beneficio de tapabocas, distanciamiento y lavado de manos?

Muchas de las cartas para enfrentar la pandemia en Colombia bien, mal o regular ya han sido jugadas. Pero nunca será tarde para insistir en que el fortalecimiento de nuestra capacidad de reacción ante la crisis depende también de la responsabilidad ciudadana.

Ph.D. en Economía, University of Massachusetts-Amherst. Profesor asociado de Economía y director de Investigación de la Pontificia Universidad Javeriana (http://www.javeriana.edu.co/blogs/gonzalohernandez/).

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