Paro y xenofobia

Catalina Ruiz-Navarro
12 de diciembre de 2019 - 00:00 a. m.

Miguel Ángel Calderón, de 39 años, es venezolano, está casado con una colombiana y trabaja en Rappi. Tiene sus permisos migratorios en orden y es padre de un niño colombiano. El viernes 22 grabó un video de la Casa de Nariño diciendo “aquí vive el presidente”. Horas más tarde, saliendo de un restaurante, militares lo arrestaron por “espiar a el presidente Duque” y se lo llevaron para expulsarlo del país.

Desde que comenzó el Paro, el Gobierno de Duque ha expulsado a 59 venezolanos acusados de “perpetrar actos vandálicos” y “poner en riesgo el orden público y la seguridad nacional”. Se los llevan sin debido proceso, en un avión de la Fuerza Aérea, para sacarlos por las fronteras más incomunicadas (Vichada y Guainía) para que les sea más difícil regresar. Según El Tiempo, el 26 de noviembre el avión de la Fuerza Aérea tuvo problemas para aterrizar en Inírida porque los habitantes de la ciudad bloquearon la pista del aeropuerto, y tuvo que aterrizar en Puerto Carreño, donde también las autoridades locales trataron de detener el aterrizaje.

Miguel Ángel Calderón alcanzó a mandarle a su esposa un mensaje de WhatsApp avisando que lo iban a deportar, pero sin saber cuándo o por qué. Ella buscó asesoría legal y su caso llegó a la clínica jurídica para migrantes de la Universidad de los Andes, y su directora, Carolina Moreno, tomó el caso. La defensa tuvo que ir a bajar a Calderón de un avión para que no lo deportaran. Se enteraron de que Calderón había sido acusado de espionaje, a pesar de que miles de personas graban videos como este frente a la Casa de Nariño. Las agencias de inteligencia ahora dicen que “le venían haciendo seguimiento”, pero paradójicamente le renovaron su Permiso Especial de Permanencia (PEP) el 3 de agosto, sin problemas. Calderón tuvo suerte, porque su familia puso una tutela y el juez aceptó tomar una medida provisional para frenar la expulsión, pero decenas de venezolanos no tienen la misma fortuna.

Desde que comenzaron las protestas la xenofobia se puso peor. Y esto es en gran medida por el discurso xenófobo del Gobierno Duque. Uribe explica el Paro Nacional diciendo que es “la estrategia del Foro de São Paulo que intenta desestabilizar las democracias de América Latina, secundado por grupos opositores cuyo propósito ha sido bloquear”. El gobierno lleva rato construyendo este discurso xenófobo: hace unos meses, Alejandro Ordóñez, nuestro vergonzoso representante en la OEA, dijo que “la dictadura de Nicolás Maduro hace parte de una agenda global para irradiar en la región el socialismo del siglo XXI. Para ello la migración y las alianzas transcontinentales son parte de la estrategia”. Y el director saliente de Migración Colombia, Christian Kruger, dijo que los expulsados “adelantaron actos vandálicos en las marchas” y que “el mal comportamiento de unos pocos está generando brotes de xenofobia al dañar la imagen de sus coterráneos”. Todas estas afirmaciones son radicalmente falsas. La migración venezolana no es un plan malvado de Maduro para generar un caos que nos llevará a un supuesto socialismo. La idea es absurda, pero sirve para que el Gobierno se lave las manos y se desentienda de todas sus carencias.

En Colombia llevamos 20 días de paro y el Gobierno de Duque no ha hecho nada para atender los reclamos de la ciudadanía, lo único que ha hecho es violar sus derechos fundamentales a los migrantes venezolanos. Lo más preocupante es que esta salida en falso se está volviendo el discurso oficial de otros países como México y Estados Unidos, es decir, es una preocupante tendencia de la región. La xenofobia es siempre peligrosa y más cuando se convierte en un discurso de Estado: es un nacionalismo que sirve en las urnas, pero que históricamente ha desencadenado violaciones masivas a derechos humanos.

 

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