Pataleta en la Casa Blanca

Dora Glottman
19 de octubre de 2019 - 05:00 a. m.

Haga de cuenta una pelea en la arenera de un jardín infantil, pero trasládela a la sala de gabinete de la Casa Blanca en Washington. De ese nivel fue el encuentro esta semana entre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y la líder de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi.

Cuando los niños pelean, profieren palabras hirientes, se echan arena en la cara, se escupen y, si aparece un adulto, los dos gritan al tiempo: “¡Él me pegó primero!”.

Lamentablemente, así fue el enfrentamiento entre los dos políticos y por cuenta de su odio visceral no se avanzó en la cuestión sobre la mesa: la gravedad de la salida de las tropas estadounidenses del norte de Siria y el abandono de Trump de 1’700.000 kurdos en esa región, sus antiguos aliados en la lucha contra el terrorismo extremista islámico.

La pelea suena a chisme de pasillo, excepto porque fue entre los dos políticos con mayor poder en los Estados Unidos y en un escenario donde uno esperaría que reinase la sensatez.

Me parece importante repasarla porque deja en evidencia que la nación más poderosa del mundo está en manos de un hombre cuya manera de debatir no está a la altura de su cargo y su salud mental tambalea, como lo hace también, por culpa suya, la seguridad global.

Antes de entrar en detalles hay que tener en cuenta que la reunión fue convocada por los demócratas poco después de que se aprobara, por amplia mayoría, una resolución en la Cámara Baja rechazando el repliegue de tropas estadounidenses de Siria. La matemática a Trump no le da: 354 representantes votaron a favor; 60, en contra y cuatro se abstuvieron. Para el presidente, el antecedente es grave. Dos tercios de los republicanos votaron en su contra y él necesita el apoyo de su partido para que no permita que avance en el Senado el juicio de destitución por su presunto intento de influenciar de manera ilegítima las elecciones del año entrante.

La cosa empezó mal. Trump entró al salón y lo primero que dijo a legisladores de ambos partidos fue que él no quería estar ahí. La conversación avanzó a pesar de la antipática bienvenida y cuando los demócratas explicaron al mandatario que su salida de Siria dejaba un vacío de poder en Oriente Medio que llenaría Rusia, Pelosi se puso de pie, lo miro con rabia y señalándolo con el dedo índice le dijo: “Con usted, todos los caminos conducen a Putin”.

El presidente acusó a la líder de la oposición de no ser más que una politiquilla de tercera categoría a la que poco le importaba el terrorismo internacional, a lo que ella respondió: “Por lo menos soy una política”.

La demócrata salió indignada de la sala, pero antes de que llegara a la puerta Trump desde su silla le gritó: “¡Nos vemos en las encuestas!”.

Una conclusión se desprende del lamentable episodio: que el talón de Aquiles de Donald Trump será el dejar entrar a los turcos a Siria para perseguir a los kurdos, lo que fue interpretado universalmente como una traición de Estados Unidos a un gran aliado. Por primera vez, hasta los mansos republicanos votaron avergonzados en contra de su presidente, estableciendo un precedente que puede ser fatal al momento de llegar a una votación para removerlo.

Nancy Pelosi salió de la Casa Blanca y declaró que el presidente había sufrido una crisis nerviosa y que el país debería orar por él. Poco después, Trump trinó que la líder opositora estaba mal de la cabeza y necesitaba que rezaran por ella y publicó la foto en que lo señala furiosa con su dedo índice.

Yo propongo más bien rezar por los kurdos, porque sus vidas quedaron a merced de las pataletas políticas en Washington, donde su bienestar parece ser lo menos importante.

 

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