Patria boba

Yolanda Ruiz
09 de noviembre de 2017 - 02:00 a. m.

Hay momentos en Colombia para los que no hay mejor nombre que el histórico de “patria boba”. Estamos hoy en una crisis del Acuerdo de Paz que nos puede afectar como país y desde los bandos en contienda le siguen abriendo hoyos al piso de la barca en la que vamos todos. Nos falta grandeza, altura y una dosis de interés en el país en este debate.

¿Será que los partidarios del No creen que es Santos el afectado cuando alardean de los detalles que se enredan en un acuerdo que hubiera podido ser mejor, pero que es lo que es? Santos tiene su Premio Nobel, le quedan pocos meses en el poder, no tiene nada que perder y el 7 de agosto se irá por el mundo a dictar conferencias. Si el proceso se daña, si crecen las disidencias por incumplir el acuerdo, si el Estado no asume con responsabilidad de Estado lo firmado, si no se cumple lo pactado, es Colombia la que pierde, sobre todo esa Colombia olvidada que lleva décadas esperando una salida a la pesadilla de la violencia y el atraso.

En la otra orilla los señores del partido Farc, en otro ejemplo contundente de su torpeza política, lanzan de candidatos a quienes aún no tienen definida su situación jurídica y cuando no se acaban de afinar detalles claves de las reglas de juego. Como si la provocación a una sociedad adolorida por tantos crímenes del conflicto sirviera para conseguir votos. Pero las Farc, como guerrilla o como partido, han demostrado que viven en otro planeta. Eso no extraña. Si hasta se quedaron con el nombre que ha sido símbolo de guerra y muerte.

Patria boba cuando el expresidente Andrés Pastrana se atreve a escribir en su cuenta de Twitter que Timochenko es el candidato del Sí. Basta ver la larga la lista de dirigentes del Sí que hacen su propia campaña a la Presidencia y que no votarían jamás por Timochenko. Lista que encabeza ni más ni menos que el jefe del equipo negociador. Ser partidario de una salida negociada no es ser partidario de las Farc, pero mentir es la consigna, asustar es lo que sigue y todo se vale si se buscan dividendos políticos.

El acuerdo tiene múltiples problemas y a muchos nos hubiera gustado algo más sencillo, más aterrizado a la realidad política de hoy, más generoso en justicia y menos en prebendas, pero eso fue lo firmado y hay que ver cómo se puede ajustar, para que se avance y no se estanque un camino que ha servido para reducir muertos, heridos y secuestrados aunque muchos no lo reconozcan. En la patria boba es todo o nada y no se le otorgan puntos al enemigo. Por eso muchos son incapaces de ver esas cifras de reducción de violencia y solo ven el monstruo del castrochavismo en el horizonte como si de verdad fuera posible que este país, que en su gran mayoría odia a las Farc, pudiera elegir a Timochenko. Eso no va a pasar, pero la política del miedo sirve.

Cuando se llega al punto del fundamentalismo ciego buscar caminos medios, ceder o escuchar argumentos ya no vale. Las Farc levantan el mamotreto firmado en La Habana como si fuera su biblia del siglo XXI, no quieren mover una coma, no ven más allá y no entienden la realidad política de un país dividido en el que se necesitan nuevos consensos. El Congreso refrendó el acuerdo y el Congreso tendría que cumplir un papel histórico ajustando los detalles en un debate democrático, pero hay que ver el espectáculo de nuestros padres de esta patria boba, pidiendo mermelada para asistir a las sesiones o muchos criticando hoy lo que aprobaron ayer.

Patria boba que no es capaz de corregir sus errores, patria boba que no aprende a reconciliarse, patria boba que hace de la mentira el estandarte político por excelencia, patria boba de fundamentalistas que prefieren que el barco se hunda para todos antes de pactar con el otro la posibilidad de un rescate colectivo.

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