Patrioterismo a la carta

Arlene B. Tickner
20 de febrero de 2019 - 02:00 a. m.

Desde los años setenta los estudiosos de la opinión pública han intentado descifrar cuándo y por qué el apoyo de los ciudadanos a sus líderes y a las instituciones políticas aumenta. Bajo el nombre genérico de la “movilización en torno a la bandera” (en inglés, rally round the flag) se ha observado que la aprobación del público tiende a incrementarse después de acontecimientos o crisis dramáticos, sorpresivos, con rasgos internacionales, por lo general, en donde existe un “otro amenazante”. Después de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, por ejemplo, la popularidad de Bush aumentó de forma vertiginosa, algo similar a lo ocurrido con la anexión rusa de Crimea en 2014 y el ataque de 2015 contra la revista Charlie Hebdo en París, que elevaron el apoyo popular a Putin y Hollande, respectivamente, en unos 20 puntos.

La movilización en torno a la bandera se debe, primero, al patriotismo, consistente en sentimientos de lealtad a los símbolos patrios ante la sensación de peligro, amenaza o rabia. Segundo, los medios juegan un papel primordial en la canalización de la opinión, ya que ofrecen “atajos informativos” acríticos que proyectan la sensación de consenso en torno a los problemas y permiten formar dictámenes rápidos y simples sobre la labor (positiva) de los líderes. Dada esta tendencia, los gobiernos, tanto democráticos como autoritarios, enfrentan la tentación permanente de manufacturar crisis, amenazar con o desplegar fuerza y acudir a discursos belicosos con miras a mejorar su favorabilidad y margen de maniobra, sobre todo en tiempos políticos y económicos difíciles.

En línea con lo anterior, puede especularse que el presidente Duque ha hecho uso del ataque del Eln a la Escuela de Cadetes y la crisis en Venezuela para enmarcar dichos hechos como amenazas —terrorista y castrochavista— que la “nación” entera está llamada a combatir, que justifican el uso de la fuerza por encima de la negociación, legitiman una relación súbdita con Estados Unidos e inclusive ponen en cuestión la deseabilidad de la paz de La Habana. La encuesta reciente de Semana, Noticias Caracol y Blu Radio refleja el éxito relativo de esta estrategia, ya que registra un aumento significativo en los índices de aprobación del mandatario y un apoyo mayoritario a su manejo de la situación venezolana, que contrastan con la desaprobación al manejo del Eln, la preferencia por el diálogo con ese grupo y opiniones divididas sobre una intervención militar estadounidense en el país vecino y el tránsito de tropas por Colombia.

La experiencia sugiere que la movilización a favor de los líderes puede ser efímera y que la situación económica de las personas es definitiva en su decisión de rodearlos o no (nótese que en la encuesta señalada, el tema que más preocupa a la gente es el desempleo, seguido por la corrupción). Aunque esto debería reducir la tentación de hacer sonar las alarmas de la amenaza y la guerra con miras a asegurar mayor apoyo entre la opinión pública, en el caso de Duque parece primar la convicción de que jugar con semejante candela se justifica para posibilitar acciones (de todo tipo) que de otro modo serían inadmisibles. El riesgo es que nos quememos todos.

 

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