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“Pedir perdón exige más valentía que disparar un arma”

Arturo Charria
22 de octubre de 2020 - 03:00 a. m.

Así lo constata Joxe Mari, una de las nueve voces que componen Patria, la novela escrita en 2016 por Fernando Aramburu. No lo dice, no lo piensa en voz alta: pero siente cada palabra en su cuerpo. Joxe Mari es un etarra que cree en “la causa” y no está dispuesto a doblegarse por nada; cree en el heroísmo de la acción violenta y considera que estar preso es parte de “la lucha”.

La novela de Aramburu retrata la complejidad del perdón y la reconciliación en el País Vasco, y es, al tiempo, una reflexión sobre la forma en que una sociedad con un pasado violento debe levantar la mirada e intentar reconocerse en los ojos de los otros. En la novela todos tienen una historia cruzada por la violencia, pero también comparten un pasado común que mantiene latente la memoria de los personajes.

Cuando se publicó Patria, muchos la leímos como una metáfora que podía aplicarse a Colombia: la novela servía para abrir el debate sobre los retos de la reconciliación y la convivencia. Entonces no dimensionábamos la fractura que crecía al interior de la sociedad y que hoy parece insalvable. No entendimos (y seguimos sin hacerlo) uno de los hilos más potentes que tiene el relato de Aramburu: recomponer los vínculos que fracturó la guerra. Al contrario, día tras día, con rabia y con soberbia, cavamos una zanja que parece no tener fondo.

Desde el mes pasado, en HBO, han comenzado a transmitir una miniserie de ocho capítulos inspirada en la novela. Cada domingo sale un nuevo episodio, van cinco. Yo los veo y vuelvo la mirada sobre la lectura de hace cuatro años, que está atravesada por el fervor del plebiscito por la paz; de modo que mi recuerdo de la novela tiene cierto pesimismo, como si inconscientemente hubiera olvidado las últimas páginas del libro.

Esa noche recordé escenarios y ciertos pasajes de la novela: la pertinaz lluvia sobre el pequeño pueblo vasco, las palabras en euskera, la rabia de los personajes, el asesinato contado una y otra vez desde distintos puntos de vista, el dolor del pasado, el “fresco olor del silencio”. Recordaba casi todo, pero había olvidado el final.

La mañana siguiente busqué el libro y repasé las últimas páginas: constaté el arbitrario flujo de la memoria. Ahí estaba la parte que había omitido. Al cerrar la novela y anticipar el final que en tres semanas tendrá la serie, pensé en lo complejo que es abordar ciertos pasajes de nuestro pasado. Lo guardamos, inventamos una historia alternativa y en muchos casos le damos un cierre que nos dé tranquilidad.

La novela de Aramburu y ahora la serie abren una discusión sobre el pasado y el dolor. En España durante mucho tiempo el debate fue cerrado con un portazo, que luego hizo más difícil y pesado el inicio de la conversación. En Colombia ese diálogo está iniciando y, al igual que en Patria, comenzó con una carta en la que alguien pide perdón.

 

Adrianus(87145)22 de octubre de 2020 - 06:22 p. m.
Señor Charria, quienes han ostentado el poder en esta republiqueta, siempre han antepuesto sus mezquinos intereses sobre los de los otros mortales pobladores y uno que han encontrado muy conveniente es el de atizar la guerra que a sus bajos pensamientos conviene. En tanto estén con el poder, no habrá cambios en ese sentido, por más que parte de los pecadores pidan perdón, además del sentir social.
UJUD(9371)22 de octubre de 2020 - 05:15 p. m.
Con los rencores pasa muchas veces como con la riqueza de algunos ricos mezquinos, que piensan que los van a enterrar con ella....
Atenas(06773)22 de octubre de 2020 - 02:51 p. m.
Todo tierno, Charria, nos cuenta de sus desvelos por simples frases q' olvida en su deambular de organizador de bibliotecas. Mas, tamb incurre con ladino criterio en dejar abandonado en su hemeroteca un claro recuerdo q' con cifras se fundamenta, de q' el ganado plebiscito en franca lid, q' por la faja fue pasado y con ello el pais sodomizado, y de lo cual nosotros sí tenemos lúcida memoria.
Berta(2263)22 de octubre de 2020 - 10:45 a. m.
Imagino que conoce a Derrida; lo digo porque para él no existe el perdón. La extrema derecha y la derecha española confirman que jamás han pedido perdón ni han reconocido los actos atroces de Franco; tampoco la izquierda española los ha reconocido. Hablar de perdón en Colombia, un país desgarrado por 60 años de guerra, es una utopía. Al menos yo no perdono; y eso no me hace enemiga de la paz.
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