Así lo constata Joxe Mari, una de las nueve voces que componen Patria, la novela escrita en 2016 por Fernando Aramburu. No lo dice, no lo piensa en voz alta: pero siente cada palabra en su cuerpo. Joxe Mari es un etarra que cree en “la causa” y no está dispuesto a doblegarse por nada; cree en el heroísmo de la acción violenta y considera que estar preso es parte de “la lucha”.
La novela de Aramburu retrata la complejidad del perdón y la reconciliación en el País Vasco, y es, al tiempo, una reflexión sobre la forma en que una sociedad con un pasado violento debe levantar la mirada e intentar reconocerse en los ojos de los otros. En la novela todos tienen una historia cruzada por la violencia, pero también comparten un pasado común que mantiene latente la memoria de los personajes.
Cuando se publicó Patria, muchos la leímos como una metáfora que podía aplicarse a Colombia: la novela servía para abrir el debate sobre los retos de la reconciliación y la convivencia. Entonces no dimensionábamos la fractura que crecía al interior de la sociedad y que hoy parece insalvable. No entendimos (y seguimos sin hacerlo) uno de los hilos más potentes que tiene el relato de Aramburu: recomponer los vínculos que fracturó la guerra. Al contrario, día tras día, con rabia y con soberbia, cavamos una zanja que parece no tener fondo.
Desde el mes pasado, en HBO, han comenzado a transmitir una miniserie de ocho capítulos inspirada en la novela. Cada domingo sale un nuevo episodio, van cinco. Yo los veo y vuelvo la mirada sobre la lectura de hace cuatro años, que está atravesada por el fervor del plebiscito por la paz; de modo que mi recuerdo de la novela tiene cierto pesimismo, como si inconscientemente hubiera olvidado las últimas páginas del libro.
Esa noche recordé escenarios y ciertos pasajes de la novela: la pertinaz lluvia sobre el pequeño pueblo vasco, las palabras en euskera, la rabia de los personajes, el asesinato contado una y otra vez desde distintos puntos de vista, el dolor del pasado, el “fresco olor del silencio”. Recordaba casi todo, pero había olvidado el final.
La mañana siguiente busqué el libro y repasé las últimas páginas: constaté el arbitrario flujo de la memoria. Ahí estaba la parte que había omitido. Al cerrar la novela y anticipar el final que en tres semanas tendrá la serie, pensé en lo complejo que es abordar ciertos pasajes de nuestro pasado. Lo guardamos, inventamos una historia alternativa y en muchos casos le damos un cierre que nos dé tranquilidad.
La novela de Aramburu y ahora la serie abren una discusión sobre el pasado y el dolor. En España durante mucho tiempo el debate fue cerrado con un portazo, que luego hizo más difícil y pesado el inicio de la conversación. En Colombia ese diálogo está iniciando y, al igual que en Patria, comenzó con una carta en la que alguien pide perdón.