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Pedradas por abrazos

Aura Lucía Mera
15 de septiembre de 2020 - 05:00 a. m.

“Desde el fondo del alma espero que cambiemos las pedradas por abrazos”. Estas palabras le salieron del corazón a Raúl Zurita, poeta chileno ganador del Premio Reina Sofía de Poesía 2020, máximo galardón iberoamericano.

Traigo estas palabras a colación a raíz de los desafortunados sucesos que han sacudido al país en los últimos días. ¿Quiénes son “los buenos”? ¿Quiénes son “los malos”? ¿Los policías? ¿Los vándalos? ¿Los saqueadores de profesión? ¿Los que están descargando toda la rabia de un encierro prolongado y salieron a patear lo que fuera? ¿Los petristas resentidos y populistas? ¿Los fascistas uribistas/duquistas que obedecen a una estrategia organizada para justificar sus actuaciones?

Retomo las palabras de Zurita en una entrevista que concedió a La Tercera, periódico chileno: “(La pandemia) es la confirmación de una inequidad monstruosa (...) La distancia entre el horror de un mundo injusto hasta la náusea”. Esa tremenda realidad que no queremos ver: “ El hacinamiento, el hambre, el desvalimiento”. Un país no se mide por los que están bien sino por los que están mal.

“Los miles y miles de muertes son muertes silenciosas y, por lo mismo, de una tristeza infinita (...) lo que la pandemia nos muestra es una muerte sin ilusión; envueltos en esas escafandras de plástico nos vemos desfilar sin un discurso, sin una palabra final. Sin un último beso”.

A título personal, creo que todos los desórdenes, y no justifico las barbaries de algunos policías ni los desmadres de los vándalos, son una especie de explosión irracional y súbita de anger displacement, como dicen los psicólogos, de esa angustia, de ese miedo contenido, de esa incertidumbre laboral, del estrés de policías que, además de sus problemas personales o familiares, les toca controlar a los ciudadanos, esas hormonas de una juventud confinada a la fuerza y sin mayores garantías de un futuro educativo o laboral.

Estos desmanes y salidas de madre son apenas un síntoma de algo más profundo y doloroso que se viene gestando desde hace mucho tiempo, muchísimo tiempo, como esos tumores cancerosos que crecen silenciosos y cuando se manifiestan ya son letales.

Un Acuerdo de Paz bastardeado y torpedeado, un Gobierno débil y sin verdadero timonel manejado por el fanatismo de los que están tras el telón, una crisis económica que lanza al hambre y al desespero a gran parte de la población más vulnerable, una clase empresarial también ahogada en compromisos y deudas, una polarización irracional alimentada por las redes de comunicación, una falta de liderazgo y la muerte esparcida en el aire, invisible, cruel y silenciosa. Una crispación que se siente y casi se puede tocar en cada uno de nosotros, con una chispa interna que se puede convertir en llamarada en cualquier instante.

Hago desde esta columna un llamado a la calma y a la sensatez. Todos somos hermanos, colombianos, policías, jóvenes, adultos, mujeres, niños, campesinos, empresarios, educadores, analfabetas, indígenas, afrodescendientes, mestizos, ricos, pobres. Todos somos hermanos y nos debemos reconciliar, darnos un abrazo en vez de lanzar la pedrada. Santistas, uribistas, anarquistas, petristas, católicos, ateos, pastores, ovejas, heterosexuales, pansexuales, momios, vándalos, banqueros, oligarcas, mendigos. Todos somos una familia.

Apuesto también, como propone el expresidente Juan Manuel Santos, por un gran acuerdo nacional en el que dejemos los odios, las acusaciones, las revanchas, el sectarismo, y retomo a Raúl Zurita de nuevo: “Que el mundo sea mejor que su pasado, que el mundo sea mejor que su presente, que el mundo sea mejor que su futuro”.

Podemos unirnos. Pensar que sí podemos dejar de matarnos, de culparnos unos a otros, podemos darnos la mano y mirarnos de frente. No existen buenos ni malos. Cada ser humano tiene su historia, única e intransferible. Que no la compartamos no significa que la tengamos que odiar. Que entendamos que solo unidos podremos sacar este país adelante, o propiciar una guerra en la que todos seremos perdedores e indignos de las generaciones que vendrán.

 

Usuario(51538)15 de septiembre de 2020 - 01:12 p. m.
Mientras ese individuo que está rumiando su reclusión desde su finca de 1.500 hectáreas siga disparando vía Twitter su odio todos los días, azuzando a sus huestes más radicales, sus buenos propósitos, doña Aura Lucía, se quedarán en eso: solo propósitos.
maria(92270)15 de septiembre de 2020 - 03:16 p. m.
DISCURSO IRRACIONAL Y ESTUPIDO AUNQUE SUENE LINDO Y POETICO... CLARO UD ES UNA BURGUESA Q S ELA PASA LEYENDO POESIA. TANRICO...AH SI, NO HAY DIFERENCIAS QUE NOS SEPAREN, TODOS SOMOS HIJOS DEL SEÑOR, POR ESO METE EN UN MISMO PARRAFO, SEPARADOS SOLO POR COMAS A TODO EL MUNDO. ESTUPIDO, RELEASE Y CAERA EN LA CUENTA DE QUE JUNTO TIGRES CON OVEJAS EN EL MISMO FEUDO. ESTUPIDO!!!
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