Peligro: el contagio del miedo y el caos social

Cecilia Orozco Tascón
01 de abril de 2020 - 05:00 a. m.

De todos los males existentes, el único que le falta a Colombia es la aparición de bandas mafiosas que nos administren el miedo al coronavirus y a sus efectos económicos, como parece estar sucediendo en países mucho más desarrollados que el nuestro. El fin de semana pasado, saquearon supermercados y farmacias en el sur de Italia, fuertemente azotada por la pandemia, debido a que, tras el confinamiento obligatorio y la parálisis de las actividades laborales, la gente tiene hambre. Un grupo organizado de habitantes de Palermo llegó a una de las tiendas tradicionales de la ciudad, llenó sus carritos de alimentos y, después, se negó a pagarlos gritando que, por permanecer en casa, no tiene dinero con qué comprar comida. En minutos, a esos manifestantes se les unió una turba de compradores que esperaban fuera del almacén y otra multitud que fue llegando al sitio atraída por la bulla. “Las llamadas a la revuelta se extienden como pólvora en las redes sociales”, dice uno de los reportes periodísticos sobre la crisis económica italiana, además, desde luego, de la humanitaria producida por el virus que ya cobraba más de 10.000 vidas, el lunes pasado. Ojalá me equivoque, pero aquí no estamos exentos de sufrir ataques callejeros, no solo porque la pobreza y la extrema pobreza acosan, sino porque los vándalos cibernéticos no están aislados como nosotros: ellos trabajan, febrilmente, desde sus computadores y móviles, lanzando cadenas de noticias falsas —más que falsas, peligrosas— que se propagan con mayor velocidad que el coronavirus. En Bogotá y Medellín, por mencionar dos capitales, sus alcaldías y la policía local tuvieron que intervenir, prontamente, para desactivar el estallido que se hubiera podido presentar.

Sin embargo, una nueva ola de mensajes tuvo éxito pocos días después: llegaron a la plaza de Bolívar y a los comedores comunitarios de Bogotá que se encuentran cerrados por el confinamiento centenares de colombianos y migrantes venezolanos atraídos por la promesa inexistente de que iban a recibir, en esa fecha precisa y de parte de la Alcaldía, bonos para comida y dinero en efectivo. La situación de orden público casi se sale de control y Claudia López se vio obligada a desmentir, en persona, la convocatoria, y a advertir que las ayudas alimenticias llegan a las casas, no a sitios públicos en donde, obviamente, está prohibido encontrarse. En Medellín, otra cadena de WhatsApp que circuló en forma masiva prometía que los tres primeros días de esta semana las organizaciones de supermercados más populares de la ciudad darían un bono de $60.000 a personas de estrato 1 y 2, y otro, de $80.000, a los extranjeros, en una operación que estaría siendo supervisada por la Cámara de Comercio. El alcalde Quintero reiteró en todos los medios de comunicación, e incluso en su cuenta de Twitter, que no se han hecho tales compromisos y le pidió a la Fiscalía investigar si hay bandas organizadas haciendo ese daño y con cuál interés criminal.

En Barranquilla, Bucaramanga, Cali y otras ciudades, muchos de sus habitantes también han caído en la trampa sobre presuntas ayudas en dinero o especie, falsas medidas de pico y cédula para poder salir a la calle a hacer las diligencias que tienen excepción, helicópteros que rociarían con químicos las calles y envenenarían a los seres humanos, predicciones sobre la fecha exacta del fin del mundo y hasta la supuesta eficiencia de métodos para evitar el contagio o para curarse del virus sin apoyo médico. Unos mensajes logran más efectos que otros, pero detrás de todos está la intención de activar el desasosiego y el caos. Lo más inquietante, además del engaño generalizado, es la regularidad de las publicaciones anónimas, el despliegue metódico de sus objetivos, la eficiencia de su difusión, la credibilidad que consiguen y los resultados que pueden provocar. La Policía Informática investiga, pero estos fantasmas, que mutan con rapidez tecnológica, no son fáciles de cazar. Entre tanto, y en medio del estrés social que genera la incertidumbre sobre el futuro de cada uno de nosotros, del país y de la civilización tal como la conocemos, las bandas legales o ilegales que buscan ganar terreno financiero y/o político en medio de la destrucción siguen actuando sin asomo de responsabilidad. El tiempo parece estar a su favor y en nuestra contra. ¿Llegarán, aquí, los saqueos, el levantamiento de unos ciudadanos, el vandalismo callejero y el desafío a la autoridad? No es ficción. Recuerdo como si fuera hoy la noche de los gritos, el temor colectivo, los ataques de vecinos armados con palos contra otros vecinos también armados en los conjuntos residenciales de Bogotá, producidos, precisamente, por una falsa red de mensajes sobre presuntos asaltos en toda la ciudad. Hay que encontrar, ya, a los bandidos que tienen amplias bases de datos antes de que sea muy tarde.

 

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