Pena, asco, risa

Danilo Arbilla
27 de enero de 2020 - 05:00 a. m.

La diplomacia y el manejo de la política exterior de los gobiernos contemporáneos de Occidente dan pena, asco o risa. O todo a la vez. Eso sí, pocas veces generan aplausos.

Lo del pobre Pedro Sánchez, de España, no debería sorprender a nadie. Ni tampoco lo de su vicepresidente, Pablo Iglesias, más coherente y agradecido, por supuesto. Queda mal decirlo, pero lo anticipamos una vez el socialista logró su objetivo, arañando.

¿Y qué importa que no haya recibido a Juan Guaidó? ¿A quién le interesa la opinión de la España de hoy? Y más con este gobierno, que para muchos es de transición. ¿Qué peso tiene?

Lo de España da pena, asco y risa todo junto. Constituye, a su vez, una especie de despertador para estar atentos en las relaciones con ellos. ¡Cuidado con los españoles!, avanzan por distintos flancos: que los socialistas o los populares, o por el lado de los bancos u otras empresas vinculadas al petróleo o las comunicaciones, o por la vía de expertos, juristas, jueces y periodistas, y siempre con el comodín de la Casa Real: el rey o la reina, para darle un toque más simpático, protocolar, hasta algo frívolo y desestructurado.

Todo con un cierto aire de “desinterés”, pero nunca ha sido así, desde que pisaron por primera vez aquí.

Guaidó se reunió con Mike Pompeo, secretario de Estado de los EE. UU.; con Boris Johnson, del Reino Unido; Angela Merkel, de Alemania; con los primeros ministros de Holanda, Austria, Grecia; con Antonio Tajani, presidente del Parlamento Europeo. Tiene previsto reunirse con Emmanuel Macron en el Palacio del Elíseo.

¿Qué importan Sánchez o Iglesias o los dos juntos, reitero?

Guaidó, por su parte, cometió un error. Dijo que, si no coincidían ahora, él recibirá a Sánchez en Miraflores, muy pronto. Pues que sea muy pronto, y ojalá que sí, porque quizás Sánchez no llegue.

Mike Pompeo también la pifió, creo. Y no es bueno ignorar datos de la realidad.

El secretario de Estado reclamó, para solucionar la crisis venezolana, una elección libre y justa y un gobierno de transición. Y está bien, pero al tiempo le advirtió a Maduro que “todas las dictaduras terminan”.

¿Será así? Hace unos días visitó países del Cono Sur Rosa María Payá, hija del fallecido disidente cubano Oswaldo Payá, en el marco de una gira de denuncia de la dictadura cubana y sus 61 años de antigüedad. No solo en busca de abrir los ojos sobre lo que sucede en la isla, sino sobre el hecho de que “desde La Habana y el régimen castrista se coordina la actividad criminal de las dictaduras de la región”, que afecta no solo a esos regímenes totalitarios, sino también “a los países circundantes”, según lo afirmo al diario El País de Montevideo. Dio muchos detalles de cómo el régimen cubano maneja a Maduro y a los militares venezolanos y advirtió que Cuba constituye “una amenaza a la paz y la estabilidad de varios países de la región”.

Que tome nota Pompeo. De paso, no estaría de más hacerle una genuflexión a Fidel Castro. Ese sí que manejó bien la política de su país, en donde mató de entrada —para que nadie se hiciera ilusiones y tuviera malos pensamientos— y amontonó presos políticos, —hasta ahora—, para luego intervenir descaradamente, como ya no se discute, en la política interna de casi todos los países de la región, estimulando la violencia, aliándose con el narcotráfico, y siempre “viviendo de arriba” a costillas de la URSS y Venezuela, o exportando misiones de expertos.

Y manteniendo a raya el resto con aquello de la “no intervención”. Que a muchos les ha venido muy bien para dar vuelta la cara y lavarse las manos. Eso también lo manejó Fidel. ¡Qué maestro!

Todos deberían tomar nota.

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