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‘Pentimento’

Héctor Abad Faciolince
21 de septiembre de 2013 - 10:00 p. m.

Quiero empezar esta columna arrepintiéndome (eso es un pentimento, un arrepentimiento) de mi artículo anterior, donde sostuve que los carritos viejos de Mujica y de Francisco no me parecían muestras de auténtica modestia sino más bien signos de burdo populismo: ahí, al terminar, me preguntaba si por culpa del papa la palabra “jesuita” recobraría su viejo sentido de “hipócrita”.

Después de ver un video sobre Mujica que me mandó un amigo, y después de leer la primera entrevista escrita que ha concedido el papa, creo que debo decir que estaba equivocado con los dos: tanto el presidente de Uruguay como el papa Francisco, si bien exagerando para que se les entienda bien, usan estos asuntos aparentemente triviales de un automóvil viejo, como un símbolo de lo que quieren enseñar. Si cada uno de sus gestos es mirado con lupa por millones de personas, ellos saben que la más pequeña decisión que tomen es ya un discurso, una declaración de principios.

El papa, en la entrevista a Civiltà Cattolica, se refiere al asunto del carro, que parece una bobada y no lo es (sobre todo en un mundo que venera al automóvil y lo ha erigido como símbolo de estatus por antonomasia): “mis decisiones, incluso las que tienen que ver con la vida normal, como el usar un coche modesto, van ligadas a un discernimiento espiritual que responde a exigencias que nacen de las cosas, de la gente, de la lectura de los signos de los tiempos”. Tanto el papa como Mujica tratan de leer los tiempos, y en esa lectura nos invitan a ser menos ingenuos, menos consumistas, menos injustos. Nada más fácil, para ellos, que no hacer nada y aceptar el chofer y el Mercedes Benz blindado y último modelo. Pero al optar por detalles de este estilo, hacen que el mundo piense.

Y esta extensa entrevista del papa sí que hace pensar. En mi caso, me hace pensar que al fin la Iglesia intenta reformarse en el mejor de los sentidos: el catolicismo que propone este papa parece estar pensado para disminuir el sufrimiento que cierta jerarquía de esa misma religión ha creado, cuando ha estado dominada por los fanáticos más retardatarios. En la misma medida en que me alegro por las declaraciones del papa sobre los homosexuales, el aborto, las parejas divorciadas y los métodos anticonceptivos, me puedo imaginar la preocupación y el rechazo que pueden producir unas palabras así (verdaderamente revolucionarias para el catolicismo) dentro de una conciencia de por sí ya cismática y absolutamente reaccionaria como la de un tipo como el procurador Ordóñez. Francisco se ocupa incluso de la forma restaurada de la misa a la antigua (el vetus ordo) que los lefevbristas tanto defienden y que para el papa representa un peligro cuando se la instrumentaliza y se la usa como arma ideológica: exactamente lo que hace el nefasto procurador.

El papa no cambia la doctrina de la Iglesia de la que se declara hijo: lo que sí pide es dejar de machacar siempre sobre los mismos temas doctrinales y preocuparse por asuntos morales mucho más serios y profundos: al dejar de juzgar a los homosexuales concediéndoles el fuero y la libertad personal, y al aceptar que una mujer que ha abortado, se ha divorciado y se ha vuelto a casar (y además ha tenido hijos) sea recibida de nuevo en la “vida cristiana”, Francisco realiza una verdadera revolución copernicana dentro del catolicismo.

Y no puedo dejar de señalar también el buen gusto artístico que exhibe el sorprendente Francisco: Mozart, Bach, Borges, Fellini… Su cuadro preferido (el Mateo de Caravaggio) y su aria preferida (el “Erbarme dich, mein Gott” –Señor, ten piedad– de la Pasión Según San Mateo de Bach) son dos de las creaciones más hermosas que ha dado la humanidad. Los invito a ver el cuadro y a oír el aria aquí: http://bit.ly/fEjVN4.

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