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Construir democracia

Periodismo para la democracia (IV)

Hernando Roa Suárez
03 de febrero de 2021 - 03:00 a. m.

Conviene recuperar los principios ético-políticos que deben acompañar la formación en las facultades de periodismo y comunicación social.

Anotaciones finales y agradecimientos. Con esta columna, termino la serie en torno al periodismo para la democracia. Recordemos que nuestro maestro y académico Darío Echandía, nos enseñó que “el odio había sido el opio de los colombianos”(1).

Con el libro que hoy se presenta, he deseado abrir un camino y espero que sea continuado y superado —en los próximos decenios— por estadistas éticos, académicos, periodistas de opinión y ciudadanos. Séame permitido compartirles un testimonio: el 1957 luché, en compañía de universitarios, contra la dictablanda rojista y no olvido la alegría que disfrutamos en la Plaza de Bolívar, el 10 de mayo de 1957, con la caída de Rojas Pinilla y la iniciación del gobierno de la Junta Militar, que se extendió hasta el 7 de agosto de 1958, cuando Alberto Lleras Camargo asumió como primer presidente del Frente Nacional.

Diecisiete años después, en 1974, recibí la lección más desafiante como demócrata, al regresar a Santiago de Chile para intervenir en un evento académico-político. Recorriendo las calles más importantes del centro de Santiago, donde había presenciado inolvidables manifestaciones de chilenos libres, me acerqué al Palacio Presidencial de la Moneda, y pude evidenciar el impacto producido por un mediocre, buscador de poder e indelicado general que, traicionando su juramento militar, instauró una atroz y violenta dictadura militar, con la colaboración del Departamento de Estado, la CIA y el presidente Richard Nixon.

Ahora bien, la inmensa mayoría de colombianos no tienen ni idea de lo que es el impacto histórico de una dictadura; ya sea de derecha o de izquierda. Ellas producen heridas muy difíciles de sanar. Por ello, y ante serios indicios y procesos contemporáneos (2020), como los que se viven en: Estados Unidos(2), Brasil, Venezuela, Nicaragua, Perú, Turquía…, estamos invitados a congregarnos políticamente en torno a alternativas diáfanamente democráticas, comprometidas en desarrollar los postulados de la Constitución de 1991 y en implementar el Acuerdo del Colón(3) y sus complementarios. Con el respaldo y el ejemplo de nuestros líderes políticos y estadistas históricos, estamos convocados a construir el bien incomparable de la paz.

¿Cómo no conocer que la juventud y los sectores demócratas conscientes de Colombia, estamos ahítos de la corrupción e incapacidad de dirigentes politiqueros, astutos, mediocres y corruptos, así como del papel del paramilitarismo, el narcotráfico, las disidencias de las Farc, los elenos, los grupos levantados en armas y sus diversas combinaciones? Como sabemos bien, estos grupos siguen saqueando el erario público, apropiándose privadamente de las instituciones, de la riqueza nacional y beneficiándose con contratos y con sus andanzas politiqueras, corruptas e ilegales.

Qué gran peligro para nuestra limitada democracia, no apoyar a consagrados estadistas y éticos líderes políticos democráticos. Complementariamente, estamos invitados a estar atentos a los movimientos sociales y a las nuevas coaliciones, para el proceso electoral de 2022, que ya va en curso. Quienes amamos integralmente a Colombia, queremos ver institucionalizada la paz estable y duradera. ¡Nunca jamás la guerra para Colombia!

La Colombia de nuestros días, epidémicos y preelectorales, nos invita a contribuir a la construcción de un país justo (con estructuras que garanticen la equidad ante el poder); pacífico (con ausencia de violencias abiertas, estructurales y culturales); libre (relacionado con todas las naciones, sin sometimiento a ninguna potencia); y en búsqueda de un proceso de desarrollo sostenible, con un medio ambiente centrado en lo humano, que no sacrifique las generaciones presentes y futuras.

Desde esta benemérita institución, defensora profunda desde su fundación, hace 126 años, de los valores éticos y democráticos, estamos convocados a defender las instituciones legítimas; nuestras cortes y la JEP. El mundo libre, sus instituciones y los líderes y estadistas más relevantes —porque nos consta— respaldan, ampliamente, la implementación de la paz en nuestro gran país. Esto es verdad y los académicos lo sabemos.

Tomando distancia frente a lo expuesto en esta serie de columnas, quisiera enfatizar que con la producción de la obra: Periodismo para la democracia, he querido contribuir a la reflexión del quehacer periodístico de opinión y presentar orientaciones académicas sustantivas que contribuyan al replanteamiento de las facultades de periodismo y comunicación social.

Teniendo en cuenta los grandes delineamientos en torno a la historia de nuestros periodistas y del periodismo de opinión, observo la conveniencia de recuperar los principios ético-políticos que deben acompañar la formación en las facultades referidas. Así mismo, conocemos cuán importante es mejorar la capacidad investigativa de los periodistas y por supuesto, la pertinencia de institucionalizar -en las facultades- una formación interdisciplinaria e innovadora que facilite la emergencia de nuevos profesionales acordes con los presupuestos fundamentales (epistemológicos, teóricos, metodológicos y técnicos) que los deben acompañar.

Notemos que en una democracia de origen liberal y social demócrata para nuestro tiempo, dentro del contexto de la estructura del poder mundial, latinoamericano y nacional, es urgente abrir las facultades a los avances significantes que tienen las ciencias sociales contemporáneas e incorporarlas al proceso de formación de los periodistas. Hay que fortalecer la democracia y el ejercicio de la libertad de prensa en una sociedad pluralista, con periodistas y políticos muy bien formados.

Agradecimientos. Mil gracias, entonces, a cada uno de los que han apoyado mi labor académica, investigativa, periodística, política e innovadora y facilitaron la publicación que hoy presentamos con el apoyo de la Academia. Mil gracias a nuestro presidente, Augusto Trujillo Muñoz por sus precisas reflexiones y aportes; a los miembros de la Mesa y a la totalidad de los académicos; este ha sido un recinto para pensar también, en el futuro democrático de nuestra gran Nación; mil gracias a Acofade y a Carlos Mario Molina; al CPB y Gloria Vallejo; y a mis compañeros cervantinos y javerianos.

Señor procurador: mil gracias a usted por su cuidadosa e incisiva intervención de hoy; pero, sobre todo, mil gracias por su profunda e histórica labor como procurador general de la Nación. Las más grandes tareas políticas le esperan en el futuro. Las juventudes universitarias y los demócratas de Colombia, estamos necesitados de ejemplos y testimonios como el suyo. Necesitamos recuperar el sentido de grandeza y la eticidad de nuestros estadistas. Usted encarna —con su pensamiento y su práctica política— cualidades sustantivas para los futuros gobernantes de Colombia. Mil gracias por su solidaridad con la Academia Colombiana de Jurisprudencia.

roasuarez@yahoo.com

Referencias

1. Véase del autor: (2017). Darío Echandía Olaya. Colombiano ejemplar. Prólogos: Fernando Dejanón Rodríguez y Carlos Gustavo Cano Sanz. Universidad Libre - Academia Colombiana de Jurisprudencia. Panamericana. Bogotá, pp. 49-62.

2. La elección del señor presidente Biden contribuirá eficazmente a restablecer los valores democráticos norteamericanos.

3. Estúdiense los contenidos signados en: (2017). Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera. Mesa de conversaciones. Imprenta Nacional. Bogotá.

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Hugo(14000)03 de febrero de 2021 - 04:43 p. m.
Que la religión es"el opio del pueblo" y que según Echandía,para los colombianos el odio es el opio.Pero a ¿a cuál de las propiedades del opio se refieren? Unas alivian dolores atroces,otras anestesia y otras efectos terapéuticos; las hay las que producen sensación de gran bienestar y felicidad mientras dura el efecto que luego tiende a pervertir a dependencia y daño. Otras han causado guerras.
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