Periodista... no hay camino

Aura Lucía Mera
30 de marzo de 2015 - 09:45 p. m.

Me apropio para el título de esta columna de una frase de Miguel Ángel Bastenier escrita en un artículo sobre esta profesión publicado en El País de España.

“Periodista no hay camino, se hace camino al andar. Nuestra meta es el viaje y no un distante foco de luz que nos conceda la vida eterna...”. También nos recuerda que “(e)l periodismo no tiene como misión que se haga la paz ni que prosiga la guerra...”.

Informamos, sí. Comentamos, sí. Muchas veces, o casi todas, tomamos partido, sobre todo si escribimos columnas de opinión. Ganamos enemistades en los blogs: se reciben todos los insultos imaginables. Algunos “ofendidos” demandan con la intención de amedrentar. Otros envían maldiciones para los hijos, nos desean la muerte indigna y vomitan todas sus frustraciones y resentimientos anónimamente... A mí me resbalan. Creo firmemente en la libertad de expresión y en el derecho de escribir lo que pensamos. Por eso firmamos lo que escribimos sin que esto comprometa el pensamiento del periódico. Agradezco a El Espectador y a El País, que siempre han respetado mis columnas, así muchas veces vayan en contravía de la casa editorial que las publica. Por eso me parece un despropósito la andanada del presidente Santos al periodista Plinio Apuleyo Mendoza por una columna escrita en El Tiempo, en la que opinaba sobre el proceso de paz.

Pareciera que el presidente se estuviera contagiando de su opositor y antiguo jefe, que considera enemigos personales a los que no comparten todas sus acciones. Me preocupa. Esto, poco a poco, podría llevar a una autocensura, o incluso censura, como viene sucediendo en varios países suramericanos...

Señor presidente, la paz no es suya. Tampoco es del procurador. Ni de Plinio, ni de Caballero, ni de Molano, ni de Londoño, ni de Timochenko, ni de la Madre Laura. La paz es de todos y todos podemos opinar lo que se nos dé la gana...

Estoy de acuerdo con los diálogos. Estoy hastiada de sangre. De corrupción. De narcotráfico. De casas de pique. De inequidad. De politiquería. De impunidad. De saber que existen miles de cadáveres que nadie reclama. De las fosas comunes y de vivir en un país en que la vida no vale nada. De las mentiras de los funcionarios públicos...

Pero tampoco quiero que la paz se logre a punta de impunidad. Son miles de miles los muertos civiles, los asesinados en forma de falsos positivos, los que padecieron el secuestro, los jóvenes y niños mutilados, los desaparecidos, los desplazados. La guerrilla tuvo sus ideales al comienzo, estuviéramos de acuerdo o no con ellos, pero con el paso del tiempo se volvieron terroristas, asesinos y narcotraficantes.

Si se llega a un acuerdo, el posconflicto no puede ser una frivolidad de “aquí no ha pasao na”. Guerrilleros y militares responsables de crímenes atroces tendrán que responder por sus actos. La paz no se logra con un baño de rosas donde huele a podrido. Por eso es lenta y exige sacrificios.

Y el actual mandatario no se puede obsesionar, enquistado en la soberbia palaciega llena de áulicos, en lograrla a punta de concesiones impensables. La paz es la responsabilidad de más de 40 millones de colombianos que SÍ queremos vivir otra Colombia. Pero no a cualquier precio. Las Farc y el Gobierno tienen que aterrizar y bajarse de sus pedestales.

Y nosotros, los periodistas, como dije al comienzo, “haciendo camino al andar”. Sin mordazas ni amenazas. Faltaría más...

 

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