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Perspectivas reeleccionistas

Francisco Gutiérrez Sanín
13 de septiembre de 2008 - 04:46 a. m.

LA REGISTRADURÍA YA EMITIÓ SU veredicto: los promotores del referendo en favor de la segunda reelección del Presidente de la República lograron recoger una cantidad mucho mayor de firmas válidas de las que necesitaban. Así, pues, es probable que tengamos a Uribe como candidato para 2010.

Probable, pero no seguro, porque con irresponsabilidad característica e igualmente característico desinterés por la estabilidad de las instituciones democráticas Uribe se ha dedicado a mandar mensajes confusos, pero sugerentes, en todas las direcciones, sin concretar nunca nada. En mi lejana juventud machista a las chicas que se comportaban así se les llamaba “calienta huevos”.

Término desobligante: pero pensado para indicar cuánto daño pueden causar las personas generosas en los mohines, pero vagas en las decisiones. La situación ha adquirido tintes cómicos, pues ya hay varios exegetas profesionales de las intenciones del Presidente, que discuten acaloradamente y con la mayor seriedad del mundo el sentido del guiño del día: éste iba realmente en serio, aquel sólo intentaba despistar. Mientras tanto, la calentura nacional va subiendo.

Como fuere, dado que el Presidente no ha desautorizado al promotor del referendo, debemos contar con la nueva reelección como una realidad bastante tangible. No creo que sea muy buena noticia para el país. Ante todo, hay que hacer dos concesiones importantes a los promotores de esta reelección.

La primera es que en efecto las mayorías abrumadoras de Uribe son un argumento poderoso (sobre todo si sobrepasan las dos terceras partes del electorado, por razones que no puedo explicar dentro de los límites de esta columna). La segunda es que en muchas democracias consolidadas los mandatarios duran varios períodos, sin que eso signifique un deterioro de la competencia política o de las libertades ciudadanas.

También hay, sin embargo, muchos argumentos poderosos en contra. El primero es que la reelección, como casi todos los diseños institucionales, es un balance: se pierden unas cosas, se ganan otras. En el mundo de las instituciones no hay almuerzo gratis. ¿Qué se gana? Continuidad en las políticas, estímulos tangibles al gobernante para hacerlo bien y, por tanto, poder permanecer en el poder, posibilidad de impulsar cambios de largo aliento. ¿Qué se pierde? El riesgo de la concentración del poder y del aprovechamiento, por parte del gobernante, de posiciones claves para bloquear la alternación. En este momento concreto, en Colombia, el riesgo es mucho mayor que el beneficio. La mayoría del país cree que Uribe ha sido un magnífico presidente.

No estoy de acuerdo con esa evaluación. Pero independientemente del veredicto, lo que es claro es que varias de las políticas de Uribe serían continuadas aun por algunos de sus opositores; y que Uribe no tiene escasez de posibles sucesores calificados. En cambio, el Presidente ha demostrado ser tremendamente intemperante, proclive a jugar sucio, a rodearse de un entorno malsano y a manipular las reglas del juego. Su segunda reelección implica peligros prohibitivos para la democracia.

Segundo, la forma en que se viabilizaría debilita un entramado institucional que ya está haciendo agua por todas partes. Cuando se propuso la primera reelección, se suponía que sería por un solo período. Esta violación de la palabra empeñada significa que en la práctica, en el contexto colombiano actual, aprobar la segunda es una forma taimada de hacer realidad la reelección indefinida. Y como han señalado otros varios comentaristas, se generaría un desajuste todavía mayor de los pesos y contrapesos contemplados en la Constitución de 1991.

Nada de esto sería de buen recibo internacionalmente. ¿Es esto un dato relevante? Creo que sí. Es fácil ahora para María Isabel Rueda hacer gala de un antiimperialismo típicamente samperista (sorpresas te da la vida) y sacarle la lengua al New York Times. Esperemos. Si se afecta el clima de negocios, cuántos de aquellos que ponen la voz gruesa no se esconderán debajo de la cama. La discusión tiene muchas otras aristas, pero ya habrá tiempo y ocasión de retomarlas.

 

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