A pesar de ustedes

Tatiana Acevedo Guerrero
01 de julio de 2018 - 02:00 a. m.

José Félix Lafaurie, Nicolás Echavarría, Alicia Arango, Viviane Morales. Estos más otros varios miembros de la coalición uribista han sido mencionados en listados de posibles futuros ministros en carteras como las de Agricultura y Defensa. Por ellos y para ellos, cabe recordar cuatro cosas.

La primera, que las condiciones de trabajo campesino y obrero en Colombia siempre han sido difíciles. Tras el triunfo de la República Liberal por sobre la Hegemonía Conservadora y la regularización de la actividad sindical, empezaron a llegar cartas a los ministerios sobre condiciones y retaliaciones a las que trabajadores eran sometidos si protestaban. En carta dirigida a Alfonso López en 1937, un sindicato de jornaleros narró: “Con la confianza que cada día nos va despertando su gobierno hoy ante el conflicto en el municipio de la Palma, nos dirigimos a su excelencia convencidos de que influirá decisivamente para que los campesinos organizados bajo el amparo de la Ley 83 de 1931 sobre libre sindicalización tengan el amparo del Gobierno liberal y democrático que ha creado esta ley y para que no se burlen sus derechos, para que se respeten sus vidas, pues hoy están en las cárceles municipales varias decenas de campesinos purgando el delito de pretender organizarse”. Otro sindicato, del ingenio Central San Antonio, contó en carta remitida en abril de 1939 que “hace cuatro meses presentamos un pliego de peticiones y la empresa ha contestado con el despido de 150 trabajadores, con rebajas de salarios en un 30% con reglamentos arbitrados y trato humillante llegado al extremo de desconocer cualquier reclamo y de impedir que se hable convirtiendo a los trabajadores en escuadrones de mudos”.

La segunda, que el Estado colombiano, en distintas escalas, reprimió huelgas y paros agrarios, obreros o étnicos con leyes, municiones y escuadrones desde mucho antes de la aparición de la subversión armada. La huelga de los obreros bananeros del litoral Atlántico en 1928, la huelga de los trabajadores de la navegación por el río Magdalena (Fedenal) en 1945, la huelga de obreros de obras públicas y ferroviarios en 1947, y el paro político y laboral contra Ospina Pérez de 1949 son sólo algunos ejemplos. Decretos como el 2004, emitidos durante el desmonte del Frente Nacional, fueron claros: “Mientras subsista el actual estado de sitio, quienes organicen, dirijan, promuevan, fomenten o estimulen en cualquier forma el cese parcial, continuo o escalonado de las actividades normales de carácter laboral o de cualquier otro orden incurrirán en arresto de 30 a 180 días”.

La tercera, que pese a la represión, no sólo hubo actividad de protesta, sino también solidaridad entre grupos de activismo. A inicios de la década del 30, por ejemplo, los recién creados sindicatos ferroviarios de Girardot, Tolima- Huila, Cundinamarca y Nordeste pararon para solidarizarse con los ferroviarios del Pacífico que tenían las peores condiciones laborales. Pese a que la Asociación de Usuarios Campesinos, ANUC, tuvo que sortear una arremetida sin precedentes por cuenta de latifundistas y ejércitos privados (lo que a la postre contribuyó a su fragmentación), los primeros años vieron nacer colaboraciones entre regiones. Y poco antes de la consolidación de las guerrillas (que hizo más difícil y peligrosa la actividad reivindicativa legal), se realizaron paros cívicos importantes como el de 1977.

La cuarta, que dentro del propio Estado germinan semillas de justicia y disidencias solapadas. Así, durante uno de los gobiernos quizá más represivos de la historia republicana, el de Miguel Abadía Méndez, se fundó el Boletín de la Oficina General del Trabajo, que se repartía en todo el territorio nacional. En él, la Oficina expresó sus posiciones sobre la inminencia de reformas sociales. “Para evitar que su espíritu de anarquía y disolución se propague por todos los ámbitos del país”, afirmó el boletín, “hemos de abordar esta clase de temas; para que el Estado asuma su función protectora y adopte fórmulas que, respetando el libre juego de los actores sociales, impidan los abusos de los unos y la sujeción de unas clases a otras”.

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