Sin importar el mal rato por el que está pasando el uribismo, este sigue siendo una de las fuerzas políticas más importantes del país. Tan fuerte ha sido que empujó la primera elección de Santos y la vigente presidencia de Duque, quien en su momento era un candidato absolutamente desconocido, pero que igualmente logró sin mayores contratiempos la Casa De Nariño. Por otro lado, despegó la carrera de varios senadores, representantes a la Cámara, gobernadores, concejales, diputados y demás, los cuales en general son de tendencia ultraderechista, y que abrazan la bandera de la seguridad democrática en nombre del expresidente Uribe.
Ya estamos ligeramente más adelante de la mitad del gobierno de Duque y la ansiedad por quién será el próximo presidente de la Republica es innegable. En condiciones normales estaríamos a unos meses de ver cómo sería la baraja de candidatos presidenciales, pero desde ya se están rasgando las vestiduras en todos los partidos por saber quién será su candidato presidencial; muchos otros están dejando sus partidos para poder lograr su aspiración sin tener que incluirse dentro de consultas interiores, y los partidos tradicionales están viendo a quien reclutan en sus filas para nominar un presidenciable. Y es entendible, todos quieren aprovecharse del mal gobierno que desafortunadamente ha tenido el gobierno Duque, al cual le ha tocado reinar con puño de hierro bajo las directrices de su líder, Álvaro Uribe, y que tristemente le ha traído de nuevo la violencia al país con un slogan de “Paz sí, pero con justicia” y por el otro lado el difícil e impredecible manejo de la pandemia.
Ahora bien, ¿a quién puede nominar Uribe? Es difícil saber si su situación de detenido lo ayuda o lo perjudica; ya es habitual el comportamiento de desprestigiar entidades o personas por cualquiera de sus errores, y su público lo respalda incondicionalmente, por lo cual no habría razón para cambiar de estrategia. Ya vimos cómo en el pasado se logró la presidencia de Duque apelando al miedo que traería una presidencia Petro por la posibilidad de llevar al país a una situación similar a la de Venezuela, usando el tradicional y muy efectivo miedo del “castrochavismo”.
Volviendo al caso, ¿quién podría ser? Dentro de su partido carecen de estrellas políticas. El Centro Democrático se constituye más por súbditos fieles que adoran a Uribe que por líderes comunitarios que puedan brillar por sí solos; siendo así, es muy difícil que vuelva a nominar a un candidato de poca experiencia para hacerse al cargo. Hubo un intento fugaz de proponer a su hijo Tomás como candidato presidencial, pero eso ya era una locura por donde se mire, especialmente ya que es una jugada muy habitual de regímenes comunistas. También se indaga bastante la posibilidad de que se llegue a un acuerdo con Cambio Radical para que Alex Char llegue a la Casa de Nariño, pero creería que hay dudas sobre si Uribe es capaz de unirse a otro partido delegando tanto poder y a la vez acercándose a la casa de Vargas Lleras con quien nunca ha tenido buena relación.
Es por todo esto que digo que el candidato del uribismo volverá a ser Petro, obviamente no dentro de su partido, pero sí en lo que manejan muy hábilmente, la antipolítica. Es importante recordar que Duque en primera y segunda vuelta nunca habría ganado la presidencia si Petro no hubiera estado en la contienda electoral. Es más, me atrevería a decir que si Gustavo Petro no se lanzara nuevamente a la presidencia en 2022 el partido Centro Democrático podría quedar moribundo; pero seamos honestos, el ego de Petro es tan grande que ni garantizando su elección en 2026 desistiría de su candidatura presidencial en 2022, y el uribismo cuenta con esto para fundamentar su candidato. Por el momento tendremos que esperar porque ni el mismo partido tiene la respuesta. La cuenta regresiva ya empezó, y de los últimos cinco candidatos solo conocemos dos y medio dependiendo de lo que pase con Fajardo.